En la sección de la Torá de esta semana nacen Iaacov y Eisav. La Torá nos cuenta que Iaacov era un hombre íntegro, mientras que Eisav era malvado.

Itzjak amaba más a Eisav porque pensaba que era justo. Eisav lo confundía haciéndole preguntas sobre leyes inexistentes, con lo que Itzjak pensaba que, en lugar de ser preguntas inadecuadas, Eisav estaba tratando de cumplir con la ley más allá de lo requerido por la misma.

Luego la Torá nos cuenta sobre las bendiciones que Itzjak le dio a Iaacov. Hacia el final de sus días, Di-s encegueció los ojos de Itzjak para que, en lugar de bendecir a Eisav, a quien Itzjak más amaba, bendiga a Iaacov, nuestro patriarca.

La pregunta es: ¿por qué Di-s tuvo que diseñar un método tan indirecto (enceguecer a Itzjak) para que Iaacov reciba las bendiciones en lugar de simplemente decirle a Itzjak que Eisav es un malvado y Iaacov merece las bendiciones?

La respuesta es que Di-s no quería hablar mal de Eisav. Por eso, para impedir que éste reciba las bendiciones, encegueció los ojos de Itzjak.

De aquí aprendemos una enseñanza práctica y eterna: si Di-s, que conoce todos los pensamientos, palabras y acciones de todos los seres humanos, no quiso hablar mal de alguien que es un malvado, cuanto más aún nosotros, que no conocemos la verdadera situación de cada persona, no podemos hablar mal ni pensar mal de nadie!

Es hora de que nos dediquemos a buscar los méritos de los demás, para traer la redención rápido, Amén.

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