Al final de la parashá - sección - de esta semana aparece un famoso relato de la Torá: el sacrificio de Itzjak. En resumen, luego de nueve pruebas diferentes, Di-s prueba la fidelidad de Avraham con una décima y última prueba, la de ofrendar a su hijo único con Sara (a quien habían tenido en forma milagrosa a los 100 años de Avraham y 90 de Sara) a Di-s en un Altar.

Curiosamente, es uno de los relatos más detallados en toda la Torá, por la forma en que cada paso del proceso es tenido en cuenta, para resaltar el mérito de Avraham e Itzjak (ya que éste último tenía 36 años en el momento en que esto ocurrió y, además, sabía perfectamente lo que estaba pasando).

Hace un tiempo, conversando con una Morá - maestra - sobre este tema, me comentó que sus alumnos no conocían esta historia, y no porque no hayan llegado a estudiarla, sino porque deliberadamente la dejaron afuera, dada su "complejidad".

Por un lado, se le puede dar la razón, argumentando que es "compleja" la idea de que un padre decida sacrificar a su hijo a Di-s. Sin embargo, cada una de las historias de la Torá son enseñanzas para cada uno de los seres humanos, desde los más pequeños (en edad o conocimiento) hasta los más grandes.

Obviamente, no es necesario explicar cada detalle a los niños que no están en condiciones de comprenderlos dada su corta edad, ¡pero no por eso se debe saltear todo un relato!. En particular cuando se trata de un relato que se introdujo todos los días en el rezo matutino para hacerle recordar a Di-s el mérito de Avraham y que dicho mérito nos sirva a nosotros como sus descendientes.

Ahora bien, ¿cuál es uno de los mayores problemas en saltear esta historia? Una de sus enseñanzas más poderosas es la idea de la alegría en la observancia de cada uno de los preceptos, aún en aquellos que van contra lo racional y (aparentemente) contra el propio beneficio. Avraham, desde una perpectiva intelectual, no ganaba nada matando a su único hijo. Y cuando Di-s se lo pide, Avraham "Se levantó temprano a la mañana" listo y apresurado en cumplir la orden Divina. No vaciló, no lo hizo caminando lento, para disfrutar unos minutos más con su hijo, sino que, rápidamente, arregló todo para llevar a cabo la petición de Di-s.

¿Acaso nosotros observamos las Mitzvot por las cuales tenemos beneficios en el Mundo por Venir y hasta en éste mundo en algunos casos de la misma manera que Avraham? ¿Ponemos las mismas ganas, energía y alegría cuando damos Tzedaká que cuando compramos un nuevo vehículo?

La historia del sacrificio de Itzjak tiene asuntos difćiles de explicar, pero las enseñanzas que contiene son tantas y tan fundamentales que ocultan su complejidad y la hacen un relato básico y primario para todo judío.

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