Para poder educar a los niños de forma eficiente es necesario amarlos. Este es el principal factor en el desarrollo de los niños.
Hay padres que, a pesar de amar a sus hijos, no saben cómo demostrárselos: hay que sonreírles, besarlos, abrazarlos y, reafirmarles ese amor verbalmente constantemente. Los niños necesitan de estas evidencias y nunca están de más ni resultan repetitivas.
Por el contrario, cuando los padres tienen un sentimiento rencoroso y hostil hacia los niños, éstos captan rápidamente estos sentimientos aunque no hayan sido expresados.
Los niños son muy sensibles a todo lo que los rodea y tienen una percepción muy aguda e intuitiva del estado emocional de los padres. Los niños perciben cuando los padres están enojados o preocupados por factores internos de la familia o externos.
Si los niños sienten que ellos son el motivo de la preocupación o el enojo de los padres, se sentirán extremadamente abatidos. Cuando esto lleva a tener que castigarlos, debe ser reconocible, dentro del castigo, que los padres lo hacen por amor a ellos.
Es como el ejemplo de un niño que pone una llave dentro del enchufe... al verlo, el padre le da una palmada en la mano y le advierte seriamente que eso es peligroso. El sentimiento subyacente es el de amor al niño y de cuidado por su bienestar, mientras que la expresión de este sentimiento es la palmada y la advertencia.