La sección de esta semana, Noaj, relata sobre la historia del diluvio. En resumen, la humanidad toda se había pervertido, como así también muchas especies de animales, por lo que Di-s decide "borrar" (ver Bereshit 6:7) a todos excepto a Noaj y su familia, junto con aquellos animales que no se pervirtieron.
Y de ahí a la conocida historia del Arca, el diluvio, lluvia durante cuarenta días y cuarenta noches, el mundo entero inundado totalmente durante un año. Luego el agua cede de a poco para evaporarse por completo, el Arca se posa sobre el monte Ararat (nordeste de Turquía) y Noaj, junto a su familia y todos los animales del Arca salen de la misma y pueblan la tierra.
Tras una serie de ofrendas que Noaj realiza, Di-s hace un pacto con él, jurando que nunca más traerá un diluvio sobre toda la tierra. Este pacto se sella con una señal: el arco iris.
(Rabí Moshe ben Najman (1194-1270) explica que antes del diluvio, las nubes (y la tierra en general) no tenían un estado de refinamiento tal que les permita reflejar la luz del sol para formar el arco iris, y sólo después del diluvio, hubo una cierta pureza y refinamiento que hizo que pueda verse de ahí en adelante el arco iris.)
La Torá relata que si Di-s volviese a considerar borrar a la humanidad una vez más (por sus malas acciones), cuando vea el arco iris, recordará el pacto que hizo con Noaj, de no volver a enviar un diluvio para destruir a todos. De hecho, hubo generaciones en la historia de la humanidad cuando nunca se vio el arco iris, como ser la generación del Rey Jizkiahu, o la del sabio Rabí Shimón bar Iojai, que, al haber tenido tan grandes méritos, hicieron que el arco iris no fuese necesario, ya que, en sus tiempos, Di-s nunca pensó en borrar a la humanidad.
Ahora bien, esta porción de la historia nos desafía a pensar dónde estamos nosotros parados: ¿somos una generación en la cual no se ve el arco iris? La verdad es que no, pero no por eso carecemos de la capacidad de realizar buenas acciones. En otras palabras, el Talmud menciona unas pocas generaciones donde no fue necesario el arco iris, lo que implica que en el resto si lo fue. No somos menos que ellos en ese sentido y, más aún, somos la generación que tiene como trabajo el prepararse para la inminente llegada del Mashíaj, basados y apoyados en el milenario trabajo de nuestros ancestros, somos quienes, en la práctica, podemos capitalizar todo su esfuerzo y llevar a la realidad esa tan esperada Redención.
Simplemente debemos asumir el desafío y saber que, la próxima vez que aparezca el arco iris, la actitud correcta es la de trabajar más duro aún, e incrementar en nuestro vínculo con Di-s a través de la Torá y las Mitzvot.