El miércoles 8 de abril, 13 de Nisan, víspera de Pesaj, ocurrirá un evento extraordinario en el judaísmo: recitaremos la bendición del Sol. Esto ocurre una vez cada 28 años. Recitamos ésta bendición cuando el sol vuelve al lugar original donde fue creado.

Es por eso que siempre acaece en el cuarto día de la semana (miércoles, contando desde el domingo), cuando, como relata la Torá, Di-s colocó las luminarias en el cielo.

El judaísmo es monoteísta, obviamente, y la idea aquí no es una bendición al sol, sino una bendición a Di-s, por habernos dado el sol.

Hay un sinnúmero de efectos que la luz solar tiene sobre la tierra en general de manera que se vuelve una herramienta indispensable de la vida. Desde la fotosíntesis de las plantas hasta la agradable temperatura de la tierra, el sol es el intermediario para materializar esa energía.

En 1981 (el año anterior cuando ocurrió una bendición del sol) el Rebe de Lubavitch, Rabí Menajem Mendel Schneerson, de bendita memoria, mencionó la idea de que deberíamos aprovechar el calor del sol como fuente de energía.

Más en detalle, el Rebe hizo referencia a que el mundo depende hoy en día del petróleo, un recurso no renovable que se encuentra en manos de unos pocos. Y esos pocos imponen condiciones a aquellos países que necesitan de ese recurso, creando una dependencia, casi como si fuese un chantaje.

Entonces, el Rebe explicó que la luz solar es una excelente fuente de energía, disponible para todo el mundo, que no tiene un límite (luego del Diluvio Di-s prometió que nunca cesarán las estaciones, de manera que el sol siempre iluminará sobre la tierra). Si no fuese por los intereses económicos formados alrededor de la posesión, extracción, transporte y procesamiento del petróleo, podríamos tener energía en una forma más sana, sin polución y ampliamente disponible.

Es un principio básico del judaísmo el dejar de lado el bien personal en aras del bien colectivo. Esto no significa hacerse daño para que otra persona este mejor (porque ¿quién dice que la sangre del otro es más roja que la tuya?, como diría el Talmud), pero sí significa invertir todas las capacidades de cada uno para el bien colectivo.

La crisis en que se encuentra el mundo entero debe llevarnos a la reflexión sobre cuál es el papel de cada uno de nosotros en la vida en general y sobre cómo podemos aportar al bienestar propio, de nuestras familias, de nuestras comunidades y del mundo todo.

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