En el capítulo anterior el Alter Rebe mencionó que podríamos estar tristes por las cosas que no parecen buenas que nos pasan, o por las transgresiones de la Torá que hicimos y dice qué hacer para estar alegres.
Ahora el Alter Rebe trae otra razón por la cual podríamos estar tristes, y, por supuesto, indica cuál es la forma de librarse de esa tristeza. Porque es fundamental estar alegres en el servicio a Hashem, si no, la “Inclinación al mal” nos vencerá fácilmente…
Puede ocurrir que, después de haber estudiado mucho y haber cumplido muchas Mitzvot, siga habiendo una guerra entre la “Inclinación al mal” y la “Inclinación al bien” en nuestro interior. Y esa guerra genera que, en todo momento, aún cuando estamos ocupados con las cosas cotidianas, no cuando estamos cumpliendo una Mitzvá, la “Inclinación al mal” nos hace pensar en transgredir la Torá. Y eso nos puede generar tristeza, porque podríamos pensar: “¡Después de tanta Torá estudiada, tantas Mitzvot cumplidas, sigo pensando en estas cosas!”, “Debe ser que no logré nada, que Hashem no está contento conmigo” y ese tipo de ideas que lo único que logran es ponernos tristes…
El Alter Rebe explica que, en lugar de estar tristes por estos pensamientos, ¡tendríamos que estar felices! Porque cuando la “Inclinación al mal” nos propone una transgresión y le decimos “¡No!”, ¡Ahí también estamos cumpliendo una Mitzvá! La de apartar del corazón los pensamientos de transgresiones.
Surge entonces, que cada vez que pensamos algo que no está bien según la Torá, tenemos una increíble oportunidad de dejar de pensar en eso. Los Justos no tienen esa oportunidad, porque ellos no tienen este tipo de pensamientos inapropiados. Esto sólo les sucede a los “Hombres intermedios”. A nosotros…
Pero aun así puede ser que estemos tristes pensando: “¡Trabajé mucho conmigo mismo y sigo pensando en estas cosas feas!” Esta tristeza surge de no reconocer cuál es nuestra función en la vida. Hashem nos creó para ser “Hombres intermedios”, no Justos. A los “Hombres intermedios” se les ocurre transgredir y, en cuanto se dan cuenta de que están pensando en eso, echan ese pensamiento de sus cabezas, como quien empuja con las dos manos a alguien cerca de él que le está haciendo daño.
En otras palabras, si estamos tristes porque no somos Justos, es porque nos equivocamos… ¿Quién dijo que éramos Justos? ¿Quién dijo que Hashem espera de nosotros que seamos Justos?
El Alter Rebe da un ejemplo para entender la diferencia entre un “Hombre intermedio” y un Justo: así como hay dos tipos de comidas, la comida dulce por sí misma, como tortas o golosinas, y la comida que, por sí misma es insulsa, sin mucho gusto, como un pepino o una aceituna (que encima en su estado natural es amarga) pero, cuando se la deja un tiempo en salmuera se vuelve un manjar, de la misma manera es la diferencia entre el “Hombre intermedio” y el Justo.
El Justo es como las comidas dulces, que son ricas por sí mismas, sin necesidad de trabajarlas demasiado. El “Hombre intermedio” es como las comidas que, por sí mismas no son tan ricas, pero, después de trabajarlas, se vuelven un manjar.
Hashem se pone muy feliz con los dos tipos de “comidas”, o sea, con los dos tipos de judíos, el Justo y el “Hombre intermedio”, sólo que cada uno de ellos tiene un trabajo diferente, una misión específica.
Al final del capítulo el Alter Rebe explica el trabajo del “Hombre intermedio”, para que sepa cómo causar placer y alegría en Hashem. Este trabajo se llama subyugar a la “Inclinación al mal” (itkafia en hebreo).
Hay varias formas de aplicar este trabajo de subyugar:
1) Cuando la “Inclinación al mal” nos propone transgredir, le decimos que no. Por supuesto que Hashem estará contento porque hicimos lo que Él quiere.
2) Cuando la “Inclinación al mal” nos propone hacer algo permitido por la Torá, pero se trata de algo que nos encanta, que nos genera mucho placer, por ejemplo, comer algo muy rico. Cuando le decimos que no, Hashem se pone muy contento. Porque le demostramos a la “Inclinación al mal” que el que manda es Hashem, y el verdadero placer del alma es estar con Hashem, no comer comidas ricas…
3) Cuando la “Inclinación al mal” nos propone algo permitido por la Torá, que no es tan placentero, por ejemplo, simplemente comer el almuerzo. No se trata de una pasión de la vida, ni de algo extraordinariamente rico, sólo un almuerzo… fideos con salsa… y le decimos que no, que vamos a comer el almuerzo, pero dentro de cinco minutos. El mismo almuerzo, sólo que vamos a esperar cinco minutos más, con el objetivo de mostrarle a la “Inclinación al mal” que el que manda es Hashem, no ella… Hashem tiene un inmenso placer cuando hacemos esto.
Más aún, el Alter Rebe explica que así se cumple con una Mitzvá de la Torá, la de santificarse aún con aquellas cosas que están permitidas. Santificarse significa “apartarse”, como Hashem, que es Santo y está “apartado” del resto de las cosas comunes del mundo. Cuando nos apartamos de las cosas mundanas, como cuando aguantamos un tiempo más antes de comer el almuerzo, nos volvemos más santos, nos acercamos más a Hashem y eso hace que Él nos mande una fuerza especial que nos ayudará a luchar contra la “Inclinación al mal”.