Después de aplicar todos los consejos que el Alter Rebe dio para combatir nuestra “Inclinación al mal”, es decir, meditar sobre nuestras transgresiones, sobre cuán lejos estamos de Hashem, sobre cuán lejos estamos de donde deberíamos estar… Estemos extremadamente atentos, porque puede ocurrir que nos sintamos realmente tristes… y no podamos servir a Hashem con alegría.

El Alter Rebe explica que hay varios tipos de tristeza, algunos tienen algo de positivo (surgen de la “Cáscara brillante” explicada en el capítulo 7) y otros no (surgen de la “Cáscara impura” explicada en el capítulo 6). La tristeza generada por haber aplicado estos terribles golpes a nuestra “Inclinación al mal” es una tristeza positiva, cuyo verdadero nombre es amargura, porque está basada en que estamos lejos de Hashem y no en que no tenemos el último aparato tecnológico del mercado…

Para entender qué es lo positivo de esta amargura, primero formulemos una regla muy importante, que es como el resumen de lo explicado hasta ahora (desde el capítulo 26): si la “Inclinación al mal” busca endurecer nuestro corazón y hacerlo como una piedra, que seamos insensibles a Hashem y Su Torá, debemos pagarle con la misma moneda: ser duros como una piedra con ella. En otras palabras, ser estrictos con ella a través de subyugarla (itkafia), esa es la manera de tratarla.

El ejemplo es el de un hacha para cortar los árboles del bosque: ¿de qué está hecho el mango del hacha? ¡De madera! Parece una cosa rara que se use madera para cortar los árboles que, al fin y al cabo, también son de madera. Lo mismo pasa con la “Inclinación al mal”: si ella es dura con nosotros, ¡seamos duros con ella!

Y eso es lo positivo de esta amargura, que es una herramienta para luchar contra la “Inclinación al mal”. Pero el Alter Rebe aconseja que no debemos despertar este sentimiento de amargura en cualquier momento, sino que, cuando ya estamos tristes por alguna otra cosa, o porque simplemente nos sentimos tristes, sin razón, debemos aprovechar ese estado de ánimo para amargarnos con esta amargura positiva. Debemos pensar en cuán lejos estamos de Hashem, y eso mismo nos llevará a estar alegres.

¿Suena raro? ¿De estar amargados llegaremos a estar alegres? Para explicar esto, el Alter Rebe dice que pensemos lo siguiente:

“Es verdad que soy un desastre, y estoy muy lejos de Hashem, pero eso es sólo mi cuerpo, junto a mi “Inclinación al mal” (como se explicó en el capítulo anterior). Dentro de mí hay un Alma Divina, que es ¡una porción de Hashem! Solo que ese Alma Divina está en exilio (como se explicó en el capítulo 19), oculta tras el Alma Animal y el cuerpo, entonces, haré todo lo posible para sacarla del exilio y liberarla: ¡estudiaré Torá y cumpliré Mitzvot! Esa es la forma de unir mi Alma Divina con Hashem (capítulos 3, 4 y 5)”.

Y en eso consiste la alegría que surge de la amargura: que el Alma Divina salga del exilio dentro del cuerpo y vuelva a Hashem. El Alter Rebe da el ejemplo de un príncipe, que está preso, y trabaja duro en la cárcel y está todo sucio. Cuando sale de la cárcel y retorna a su padre, el rey, con seguridad, el padre está muy feliz. A pesar de que su hijo está todo sucio, pero el hecho de haber salido de la cárcel, hace que esté muy feliz.

De la misma manera nosotros (el príncipe): a pesar de que no somos Justos y no transformamos nuestro Alma Animal al bien, cuando estudiamos Torá y cumplimos Mitzvot, estamos sacando a nuestro Alma Divina del exilio, acercándola a Hashem (el rey). Y esto genera una alegría enorme al rey y al príncipe.

Pero esta alegría, es la alegría del alma, no del cuerpo, porque el cuerpo sigue siendo el de un “Hombre intermedio”, bajo, grosero, sucio, etc. Entonces, después de toda la amargura por las transgresiones, la lejanía de Hashem, etc., viene una alegría enorme, cuando nos alegramos con la alegría del alma al salir del exilio, que no debe ser mezclada con la amargura del cuerpo. Lo principal es el Alma Divina, no el cuerpo.

Es como la Salida de Egipto, cuando el pueblo judío “se escapó”, como cuenta la Torá1. En ese momento estaban hundidos en la impureza de Egipto. La petición al Faraón había sido salir por tres días y retornar a Egipto, pero “se escaparon”, porque se dieron cuenta de que era la única forma de liberar sus Almas Divinas del exilio en sus cuerpos y Almas Animales. O sea, la misma idea mencionada anteriormente: a pesar de que sus cuerpos seguían impuros (hasta la Entrega de la Torá), sus almas ya se habían liberado escapándose de la impureza de Egipto.

Al final del capítulo el Alter Rebe trae una idea increíble para fortalecer aún más la alegría del alma. Porque hasta ahora sólo habló de una alegría a medias: alegría del alma por un lado, y amargura del cuerpo por el otro. Pero con esta idea novedosa, explica un nivel mucho más profundo de alegría, que incluye al cuerpo.

¿Por qué hizo esto Hashem? ¿Por qué el Alma Divina está en exilio en la cárcel del cuerpo y Alma Animal? El Alma Divina bajó desde los mundos espirituales (ver capítulo 2 sobre este descenso) a un lugar que sabemos está lleno de impurezas y suciedad.

¿Por qué? Porque de esa manera el Alma Divina puede refinar y trabajar con el cuerpo y el Alma Animal para elevarlos a Hashem. Como un arco, cuanto más se estira la cuerda hacia atrás, tanto más lejos sale la flecha. Por eso el Alma Divina descendió tan bajo, para elevar las “Herramientas” de Intelecto y Emociones del Alma Animal y sus “Vestimentas” de pensamiento, palabra y acción y el cuerpo.

Entonces, cuando estudiamos Torá y cumplimos Mitzvot, todas ellas se elevan a Hashem y hacen elevar más aún al Alma Divina, logrando una alegría plena de todas las partes: el Alma Divina, el Alma Animal y el cuerpo, porque todas se acercan a Hashem.

1Shmot 14:5

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