En el capítulo anterior el Alter Rebe nos enseñó otro camino recto para amar a Hashem, que consiste en pensar en el increíble amor que Él mostró por nosotros cuando nos sacó de Egipto y nos dio la Torá, etc. y nos unimos a Él, como el rey que se une con la persona simple.

Pero hay un problema: nosotros vivimos miles de años después de la salida de Egipto, ¿por qué pensar sobre algo que pasó hace tanto tiempo despertará amor a Hashem en nuestro corazón?

La respuesta, explica el Alter Rebe, es que la salida de Egipto es algo que pasa todos los días y algo que le pasa a cada uno, no solamente algo que pasó hace miles de años y a un grupo de gente que ya no está.

Nuestro cuerpo es como Egipto, y el Alma Divina está en prisión dentro del cuerpo. Cuando estudiamos Torá y cumplimos Mitzvot en general, el Alma Divina sale de esa prisión y se une a Hashem (como el rey uniéndose a la persona simple del capítulo anterior).

Pero hay una forma mucho más profunda de unirnos a Hashem: cuando rezamos y recitamos1 el Shema Israel Hashem Elokeinu Hashem ejad (Escucha Israel, Di-s, nuestro Señor, Di-s es uno), estamos aceptando que Hashem es Quien manda, nos estamos anulando y uniendo a Él.

Analicemos esa plegaria: ¿Qué significa que Hashem es “nuestro Señor” (Elokeinu)? Es como “nuestro Di-s personal”, como el Di-s de Avraham (explicado en el capítulo 46). Avraham llegó a unirse a Hashem por sus propios méritos, pero nosotros recibimos esta capacidad de unirnos a Hashem como un legado de nuestros patriarcas y un regalo de Hashem.

¿Cuál es, entonces, el regalo de Hashem? El regalo es la Torá, pero nuestros sabios2 explican que cuando Hashem entregó la Torá, se introdujo a sí mismo dentro de la Torá, como si dijésemos que se dio a Él mismo: entonces, ¡el regalo es Hashem mismo!

Con esta idea el Alter Rebe explica que, dado que Hashem está dentro de la Torá y las Mitzvot, lo único que nos impide estar junto a Él es anhelar efectivamente unirnos a Él. Porque en cuanto queramos, y aceptemos que Hashem es Quien manda y ni bien digamos “Shema Israel Hashem Elokeinu Hashem ejad”, automáticamente estaremos unidos a Hashem. Y esa es nuestra salida de Egipto diaria y personal: aceptar que Hashem es Quien manda y anhelar estar unidos a Él. Así nuestro Alma Divina se libera de la prisión del cuerpo.

Por esta razón, nuestros sabios3 instituyeron que mencionemos la salida de Egipto cuando recitamos el Shema Israel, a pesar de que son dos Mitzvot independientes, tienen el mismo significado, liberar al Alma Divina del cuerpo y unirla a Hashem.

En resumen: ¿Por qué el pensar en la salida de Egipto que pasó hace tanto tiempo despertará amor a Hashem en nuestro corazón? Porque ese evento (que significó la unión del pueblo judío con Hashem) lo revivimos todos los días (aceptando que Hashem es Quien manda y diciendo el Shema Israel), entonces, todos los días podremos pensar en las ideas del capítulo anterior (el rey que saca a la persona simple de la basura y se une a él, etc.) para despertar amor a Hashem en nuestro corazón.

1Devarím 6:4

2Talmud Shabat 105a

3Ibíd. Brajot 21a

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