En los tres capítulos que faltan, el Alter Rebe explicará con mayor profundidad algo que, en realidad, ya explicó en el capítulo 35.
Ahí el Alter Rebe citó un ejemplo de nuestros sabios1, que dicen que el hombre es como una lámpara de aceite: el cuerpo es la mecha, las Mitzvot son el aceite y el fuego es la revelación de Hashem (shejiná), o sea, la presencia de Hashem en la vida de la persona. Y no cualquier Mitzvá funciona de igual manera: el mejor aceite son las Mitzvot prácticas, porque llevan la presencia de Hashem inclusive a la “Vestimenta” de acción del alma (incluyendo al Alma Animal y al cuerpo).
Aquí surge un problema: en general, cuando nuestros sabios hablan de “aceite”, se refieren al nivel de Sabiduría (así como el aceite flota por sobre otros líquidos, de la misma manera, el nivel de Sabiduría “flota” y está por encima de los otros niveles). Y, de acuerdo al ejemplo de la vela, el aceite representa las Mitzvot prácticas que, aparentemente, no tienen nada que ver con el nivel de Sabiduría.
Este es el tema que el Alter Rebe explicará en los próximos tres capítulos: cómo, en realidad, el nivel de Sabiduría está conectado con las Mitzvot prácticas, por eso, ambos se conocen como “aceite”.
Para explicar esto el Alter Rebe plantea una pregunta: ¿Qué quiere decir que Hashem estaba en el Gran Templo en Ierushaláim (beit hamikdash), o cualquier situación cuando decimos que Hashem está en tal o cual lugar? ¡Si Hashem está en todos lados!
Y para responder a esta pregunta, el Alter Rebe compara la relación entre el alma y el cuerpo con la relación entre Hashem y el mundo. O sea, a través de entendernos a nosotros mismos, vamos a entender a Hashem, porque precisamente, fuimos creados a imagen y semejanza de Hashem.
En la relación entre el alma y el cuerpo hay varios detalles:
1) El alma llena al cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, y todas las partes del cuerpo son iguales: el alma da vida a todo el cuerpo por igual.
2) El principal lugar donde el alma se revela en el cuerpo es en el cerebro (esto lo sabemos porque vemos que el cerebro siente todo lo que pasa con el resto del cuerpo).
3) Cada miembro del cuerpo recibe una fuerza específica del alma para funcionar, como los ojos para ver, los oídos para escuchar y así sucesivamente.
4) El alma no tiene forma ni espacio ni medida, sólo que, en potencial, contiene todas las fuerzas funcionales de los diferentes miembros del cuerpo (el potencial para ver, el potencial para escuchar y demás).
Vemos entonces que hay dos tipos de energía que surgen del alma hacia el cuerpo:
a) Hay una energía vital, que se ocupa de dar vida al cuerpo, y, frente a esta energía, todo el cuerpo es igual, los ojos son lo mismo que los oídos y piernas, porque esta energía se ocupa de dar vida al cuerpo, y todo el cuerpo está vivo por igual.
b) Hay una energía funcional en el alma, particular a cada miembro del cuerpo, que es recibida por los miembros para hacer su trabajo particular: la energía del ojo para ver, la del oído para escuchar, etc.
Un punto más:
5) El Alter Rebe explica que desde la esencia del alma hay una proyección general de energía hacia el cerebro que incluye la vitalidad de todo el cuerpo y todas las fuerzas funcionales de todos los miembros del cuerpo. Primero todas las energías están juntas en el cerebro y luego, desde ahí, se proyectan a cada miembro del cuerpo para que cumplan su función.
Hasta aquí el ejemplo. Ahora el Alter Rebe explica cómo aplicamos este ejemplo a “La Luz infinita” de Hashem (la energía con la que crea el mundo).
“La Luz infinita” llena todo el mundo dando vida a todas las creaciones de Hashem, desde los mundos espirituales hasta este mundo material por igual (como el punto 1 de la relación entre el alma y el cuerpo). A su vez, cada mundo y cada criatura de cada mundo recibe la energía de Hashem necesaria para existir y funcionar, ni un poco menos ni un poco más (como el punto 3 mencionado). Esto mismo es lo que marca la diferencia entre un mundo y otro: cuanto más bajo es el mundo, menos revelada es la energía de Hashem, porque pasa a través de más “vestimentas” que van ocultando esa energía hasta crear este mundo material, donde la presencia de Hashem está totalmente oculta, y sólo se ve un mundo material.
Sin embargo, a pesar de que la presencia de Hashem en este mundo está oculta, no significa que Hashem no esté aquí, Él está, pero oculto. Es como un rey vestido con muchas vestimentas, tantas vestimentas que ya ni se distingue la forma del rey, sólo se ven sus vestimentas, pero el rey está presente por dentro y debajo de las vestimentas.
1Zohar III, 187a