En este capítulo el Alter Rebe continúa explicando sobre las “Cáscaras”. Otra cosa que ocurre cuando se come comida que no es kosher es que, aún si la persona no sabía que no se podía comer, y aún si después rezó y estudió Torá con la fuerza que le dio esa comida, la fuerza de esa comida sigue estando “atada” a la “Cáscara impura” y no se puede elevar a la Santidad.

Para terminar con el tema de las “Cáscaras”, la brillante y la impura, el Alter Rebe explica que estos dos tipos de “Cáscaras” crean dos tipos de “Inclinación al mal” dentro de nosotros.

Inclinarse es como cuando escuchamos a dos amigos conversando entre ellos desde lejos, nos inclinamos, nos acercamos a ellos, para escuchar mejor. Todos tenemos inclinaciones en nuestro interior. Y son dos: “Inclinación al bien” (ietzer tov) e “Inclinación al mal” (ietzer hará).

1) La “Inclinación al mal” que recibe vitalidad de la “Cáscara brillante”, se llama “Inclinación al mal judía”, que quiere hacer cosas que si bien no son transgresiones de la Torá, no son hechas para servir a Hashem.

2) La “Inclinación al mal” que recibe vitalidad de la “Cáscara impura”, se llama “Inclinación al mal gentil”, que quiere que hagamos transgresiones de la Torá.

Si una persona escucha a su “Inclinación al mal judía”, y, por ejemplo, come algo permitido por la Torá pero sin pensar en usar la energía que da esa comida para servir a Hashem, tiene que arrepentirse y recibir una “limpieza especial” de Hashem, porque hasta haberse arrepentido, esa energía había caído en la “Cáscara impura” y dejó una marca en el alma, que Hashem borra con esa “limpieza especial”.

El Alter Rebe trae la historia1 de Rabí Iehuda HaNasí, un gran rabino de la historia de nuestro pueblo. Antes de fallecer, elevó sus manos al cielo y dijo que nunca se había beneficiado de éste mundo ¡ni siquiera con su dedo meñique! A pesar de que fue muy rico y tuvo muchas comidas que eran manjares de reyes, todo lo que hizo lo hizo para servir a Hashem. Esto quiere decir que no necesitó ninguna “limpieza especial”, porque no tenía nada de “Inclinación al mal judía”.

Lo mismo pasa cuando una persona dice tonterías, como sobre fútbol o alguna otra tontería, o una persona que no sabe nada de Torá, que, indefectiblemente, se pasa todo el día diciendo cosas que no son para servir a Hashem, también necesita una “limpieza especial” además del arrepentimiento.

En adición a las acciones permitidas por la Torá pero hechas sin sentido, hay palabras que un judío tiene prohibido decir, como mala lengua, injurias y chismerío. Esto surge de la “Inclinación al mal gentil”, y no alcanza la “limpieza especial” de Hashem para borrar la marca hecha en el alma, sino que se necesita un “lavado profundo”.

Lo mismo pasa con las personas que podrían estudiar Torá porque saben y tienen tiempo y, en lugar de eso, se dedican a tonterías, reciben dos “limpiezas”, una por las tonterías dichas y otra por haber dejado de lado el estudio de Torá.

Al final del capítulo, el Alter Rebe dice que no sólo debemos ser cuidadosos con las palabras, pensamientos y acciones (las “Vestimentas” del alma), sino que también con lo que sentimos (Emociones) y sabemos (Intelecto).

Si pensamos, decimos o hacemos tonterías, estamos impurificando las “Vestimentas” del Alma Divina. Si sentimos amor por el fútbol, por ejemplo, en lugar de amor por Hashem, estamos impurificando las Emociones del Alma Divina.

Pero hay algo peor aún… impurificar las “Herramientas” Intelectuales del Alma Divina (jojmá, biná y daat). Estas son “Herramientas” que Hashem nos dio para entenderlo a Él y a Su Torá. Si se usa el Intelecto para estudiar y conocer cosas que no son Torá sin ningún motivo útil, con seguridad estamos impurificando el propio Intelecto.

Pero hay una excepción: si se usa ese conocimiento que no es de Torá para mantener a la familia y servir a Hashem tranquilo, o si se usan directamente para el servicio a Hashem, como el Rambam (Rabí Moshe ben Maimón, 1135-1204, gran sabio de la Torá y médico) o el Ramban (Rabí Moshe ben Najmán, 1194-1270, también gran sabio de la Torá y médico) que supieron, a través de sus conocimientos seculares, acercar la sabiduría de la Torá a las demás personas.

1Talmud Ketubot 104a

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