El dar no afecta solamente a quien le das, sino también ti mismo, el dador.
Por eso, no es solo importante cuánto das, sino cuán frecuentemente. Cada acto de dar te eleva y purifica un poco más.
Mantén un alcancía de Tzedaká en la pared en un lugar visible, y pon unas pocas monedas cada día. Mantén una en tu casa y otra en tu oficina.