Mucho antes de que aparezca Greenpeace, la Torá ya planteaba una ética ambiental. Esta plasmada en el versículo (Devarím 20:19): "Cuando sities una ciudad por muchos días para hacer la guerra contra ella para capturarla, no destruyas sus árboles".
Nuestros sabios explican que si durante los momentos de guerra la Torá prohíbe cortar los árboles del enemigo, ciertamente no se pueden destruir árboles productivos durante momentos de paz. Y no se detiene con los árboles. Destruir o arruinar comida, ropa, platos, plantas, manantiales de agua o cualquier cosa que pueda ser de utilidad para otros es inapropiado, aún si no tienen dueño.
Sin embargo, no se trata de preservar por el hecho de preservar. Aquello que molesta se puede destruir, como un árbol ocupando un espacio donde se construirá una casa, se puede cortar.
A pesar de que, aparentemente, cada persona es dueña de sus propios objetos y, por lo tanto, podría hacer lo que quiera con ellos, la Torá plantea que la tierra entera le pertenece a Di-s y El designó que un determinado objeto este en posesión de una determinada persona para hacer algo bueno con ello, no para desperdiciarlo.