El ateo también tiene un Di-s, y es él mismo.
El idólatra por lo menos entiende que hay algo por encima de él, algo que está más allá de la captación de sus sentidos físicos, fuerzas externas a las cuales él está sujeto.
Pero para el ateo, todo el universo está definido por su propio entendimiento, todas las éticas están sujetas a su aprobación, y hasta él mismo es un artilugio de su propia mente. Es un hombre hecho por sí mismo, porque él crea su propio universo y se inserta dentro de él.