La sección de esta semana, Vaigash (y se acercó) relata, entre otros asuntos, el encuentro de Iosef con sus hermanos. Cuando Iosef se revela a sus hermanos la Torá nos cuenta que besó a cada uno de ellos y lloró con cada uno de ellos. Pero antes, hay una escena muy particular con Biniamín, su hermano de la misma madre. Iosef llora sobre el cuello de Biniamín (en la Torá aparece cuellos, en plural) y éste llora sobre el cuello (en singular) de Iosef.
El Talmud (Meguilá 16b) dice: “Iosef lloró por los dos Templos (por eso cuellos en plural) que en el futuro iban a estar en la porción de Binamím y se van a destruir, y Biniamín […] lloró por el santuario de Shiló que en el futuro va a estar en la porción de Iosef y se va a destruir”.
Nuestros sabios dicen que la relación del Templo con el cuello es que, así como el cuello está en lo más alto del hombre, de la misma manera, el Templo en Ierushaláim estaba en lo más alto del mundo. Sin embargo, así como el cuello no está en lo más alto del hombre, sino bajo la cabeza, de la misma manera, el Templo no estaba en lo más alto del mundo, sino 23 codos por debajo bajo de la cima del Monte Moriá.
Ahora bien, ¿qué virtud hay en estar un poco más abajo? Si la altura no es una virtud, ¿por qué nos dicen que el Templo estaba en lo más alto del mundo? Y si la altura es una virtud, el Templo debería haber estado en lo más alto, no un poco más abajo...
Para entender esto debemos comprender primero qué es el cuello. El cuello es el intermediario entre la cabeza y el cuerpo. Lo mismo ocurre con el intelecto, cuando sale de la cabeza para llegar al corazón y de ahí esparcirse al resto del cuerpo, pasa primero por el cuello. En esto, el cuello tiene una virtud por sobre la cabeza: es justamente el cuello el que lleva a la realización el objetivo de la cabeza: 1) que todos los miembros reciban energía de la cabeza, y 2) que todos se comporten según en intelecto de la cabeza.
A pesar de que la cabeza por sí misma es superior al cuello por sí mismo (y esto se ve también del hecho de que la cabeza está, físicamente hablando, sobre el cuello), esto es así si observamos los niveles de cada uno, pero en cuanto a la realización del objetivo de la cabeza, el cuello tiene la virtud de ser intermediario entre la cabeza y el cuerpo y poder llevar la energía y guía de la cabeza al resto del cuerpo.
Lo mismo ocurría con el Templo (que es comparado al cuello): su asunto era llevar la presencia de Di-s a todo el mundo material, por eso no estaba en lo más alto del mundo (como si dijésemos apartado del mismo) sino un poco más abajo, como intermediario entre Di-s y el mundo.
Y lo mismo ocurre con el alma divina de cada uno (la cabeza): cuando el alma se involucra con el cuerpo para refinarlo y elevarlo es que la persona logra hacer de sí mismo un templo para la presencia de Di-s.
La misión de cada judío es llevar a cabo la intención primaria de la creación toda: hacer de este mundo una morada para Di-s. Esta morada depende del trabajo espiritual de cada uno, es decir, a través de que cada uno refine su cuerpo, alma animal y su porción en el mundo. Por eso, lo principal (en este sentido) es el cuello, el involucrarse con el mundo y no apartarse.
Con esto vamos a comprender por qué Iosef y Biniamín lloraron sobre el cuello del otro (y no sobre la cabeza): por un lado, por la cabeza (el alma divina) no es necesario llorar, ya que siempre está unida a Di-s y, por el otro, el objetivo de cada uno no está en la cabeza, en el refinamiento del alma divina misma, sino en el cuello, el refinamiento del cuerpo, alma animal y su porción en el mundo.