La sección de la Torá de esta semana comienza con el relato de los espías que mandó Moshe a la Tierra de Israel. Doce espías, uno por cada tribu, recorrieron la Tierra para analizarla y traer el reporte al pueblo de Israel, que esperaba en el desierto para ingresar.
El reporte que trajeron (diez de los doce) fue negativo, al punto tal que el pueblo no quería ingresar en la Tierra y, más aún, la Torá considera el reporte como pecaminoso y es la raíz de los 38 años de deambular por el desierto que el pueblo judío pasó antes de entrar en la Tierra de Israel.
Sin embrago, cuando uno analiza más en detalle la petición de Moshe y la respuesta de los espías, aparentemente, no hay razón para pensar que hayan hecho una cosa diferente de lo que se les pidió.
Moshe les dijo que analicen al pueblo que vive en la Tierra, ellos respondieron que eran fuertes; Moshe les pidió que vean si se asentaban en ciudades abiertas o amuralladas, ellos respondieron que en ciudades amuralladas; Moshe preguntó sobre los productos de la Tierra, ellos trajeron muestras de los frutos. Entonces, ¿cuál fue el pecado?
Para entender esto, debemos analizar otro asunto. Las personas a menudo reclaman que la observancia de la Torá y las Mitzvot es difícil. "No me criaron así", "No estoy acostumbrado", "Tengo verguenza", "Qué dirá mi vecino", etc., son algunas de las excusas que suelen escucharse cuando uno habla del tema.
Sin embargo, hay una cuestión muy básica que se están olvidando (o nunca lo pensaron): una persona racional no va a exigir de otra algo que la otra no pueda llevar a cabo. Más aún cuando el mandato viene de quien hizo al mandado, por ejemplo, un alfarero que hace una vasija de barro, la hace de manera tal que pueda cumplir con el objetivo para el cual la está haciendo (contener agua, por ejemplo). Solo que el hombre puede equivocarse, o simplemente no ser tan hábil como para logar su cometido.
Cuanto más aún Di-s, el Rey de todos los reyes, el Santo, bendito sea, que es la esencia del bien y la justicia, que no va a exigir del mandado, es decir, el hombre a quien mandó a hacer una Mitzvá (a quien El mismo hizo) algo que no está en su capacidad o potencial (que El mismo le dio) cumplir (y al respecto de Di-s no tiene sentido decir que se equivoca o no es hábil...).
Uno debe buscar la forma y el camino para poder cumplir con lo que Di-s quiere de nosotros, pero que es posible, lógica y racionalmente hablando, no cabe duda alguna.
Este fue el pecado de los espías que mandó Moshe. Si bien ellos respondieron satisfactoriamente y con información fidedigna a cada una de las preguntas de Moshe, ellos agregaron (por decisión propia) una conclusión: No se puede entrar en la Tierra.
Moshe nunca dudó del qué, es decir, nunca dudó de que se podía entrar en la Tierra, porque Di-s lo había mandando. Moshe envió espías para determinar el cómo, cuál era la estrategia a seguir para conquistar la Tierra dentro de las limitaciones de la naturaleza. Los espías derivaron del hecho de que el cómo era complicado, el qué era imposible...
Lo mismo ocurre con nosotros, en todos los tiempos y lugares. No cabe duda del qué, es decir, de que es posible (y es mandatoria) la observancia de los 613 preceptos de la Torá. La cuestión es el cómo, debemos buscar el camino más adecuado, cada uno de acuerdo a su situación y circunstancias, para poder, en la práctica, cumplir con los preceptos de Di-s.