En nuestra Parshá aparece el mandato de escuchar al profeta: Un profeta de entre tu seno, de tus hermanos, igual a mí, Ha de levantar para ti Hashem tu Di-s, a él escucharéis"1. Sobre las palabras "a él escucharéis" dicen nuestros Sabios Z"L2: "incluso si dice que se transgreda una de todas las mitzvot de la Torá, como Eliahu en el Monte Carmel- siempre como algo circunstancial- escúchalo"."El ejemplo de Eliahu que traen nuestros Sabios es en el tema de la ofrenda de sacrificios en altares fuera del Templo de Jerusalem. Una vez construido el Sagrado Templo, los judíos fueron ordenados traer sus sacrificios únicamente sobre el altar del Beit Hamikdash, prohibiéndose el sacrificio en altares exteriores, como se acostumbraba previo a ello. Sin embargo, si un profeta indica sacrificar en un altar exterior, como indicación extraordinaria, como lo hizo el profeta Elías en el Monte Carmel, recae sobre ello la orden de a él escucharéis", y debe realizarse.
TODO ES POSIBLE
A la luz de esto puede explicarse una pregunta que surge al final del tratado talmúdico de Zevajim. Ahí se detallan ampliamente las leyes de las ofrendas en los altares externos. Pero no se entiende: allí mismo está escrito explícitamente "llegaron a Jerusalem- quedaron prohibidos los altares externos y nunca más fueron habilitados". Siendo así ¿con qué objetivo nuestros sabios nos enseñan in extenso algo que dejó de existir?.
Vemos de esto que es absolutamente posible que sí se dé una ofrenda de sacrificios en un altar externo también hoy en día- si viniese un profeta y ordenara llevarlo a cabo como una indicación extraordinaria, tal como lo hizo el profeta Elías en el Monte Carmel. En tal caso, recaerá sobre nosotros el mandato de escuchar a la voz del profeta y ofrendar sobre un altar externo, y por ende debemos saber las reglas para ofrendar en un altar externo.
PROFECÍA EN LA ACTUALIDAD
Es verdad que nuestros Sabios Z"L dijeron3: "desde que murieron los últimos profetas, Jagai, Zejaria y Malaji, el Espíritu Sagrado- ruaj hakodesh- de Israel" se fue y de ello parecería que no es posible que en la actualidad exista la profecía; sin embargo no es así. En varias oportunidades encontramos en las palabras de nuestros Sabios Z"L4 que sobre Tzadikim el Espíritu Sagrado- ruaj hakodesh- se posó también en tiempos posteriores a los últimos profetas.
También en el código de Leyes del Rambam5, en las leyes de la profecía, no hay un límite de tiempo para la profecía y tampoco dice que es imposible llegar hoy en día a la profecía.
Por lo tanto no hay que interpretar las palabras de nuestros Sabios Z"L "el Ruaj Hakodesh se fue de Israel" como que después de los últimos profetas no hay posibilidad para la profecía, sino que no es común como lo fue antes. Esto también resulta de analizar los términos utilizados aquí: no dice "se anuló" o "se interrumpió" el Espíritu Sagrado, sino "se fue", puesto que la profecía no quedó anulada o interrumpida sino que se convirtió en algo fuera de lo común y de acceso dificultoso. Pero en el momento que se encuentre un hombre que alcance los requisitos necesarios para que se pose sobre él la profecía- "de inmediato se posa sobre él el Espíritu Sagrado", utilizando el lenguaje del Rambam.
LA SANTIDAD DE LA SINAGOGA
La ventaja de ofrendar en el Sagrado Templo sobre la ofrenda en un altar externo, radica en que cuando el sacrificio se ofrenda en el Beit Hamikdash la santidad se expande también al lugar físico donde está erigido el altar y ésta lo convierte también un lugar santo.
Esta virtud sigue vigente también en la actualidad, en la santidad del Beit Hamikneset- la sinagoga- y el Beit Hamidrash- la Casa de Estudio de Torá, que son una especie de "pequeño santuario". Todo acto bueno se hace acreedor de santidad adicional cuando es realizado en la sinagoga, por eso debe darse prioridad a realizar todo acto sagrado en un Beit Hakneset, para agregar santidad a la santidad del propio acto sagrado.
(Likutei Sijot Tomo 14, Pág. 70)
NOTAS: 1.Devarim 18:15 2.Ievamot 90,b 3.Iomá 9,b Sotá 48,b 4.Ver Pirkei Guiluim del Rab Margaliot. 5. Hiljot Iesodei HaTorá Cap. 4