Adam pasó las puertas del Eden, su cabeza baja, sus pies pesados, lleno de remordimiento y dolor.
Entonces paró, giró hacia atrás y exclamó, "¡Un momento! ¡Tu tenías todo esto planeado! ¡Tu pusiste ese fruto sabiendo que yo iba a comerlo! ¡Esto es un complot!"
No hubo respuesta.
Sin el fracaso, el Hombre nunca alcanzaría realmente las profundidades de su alma. Solo después del fracaso es que puede retornar y alcanzar alturas sin límite. Más allá del Eden.