Todos somos fragmentos de grandes almas, y aquellas son fragmentos de almas mayores aún, y así sucesivamente - hasta que todos estamos ligados a un alma primordial: El alma de Adám.
Ninguno de nosotros es completo. Nadie puede sostenerse por sí solo. Lo que a uno le falta, el otro lo completa, donde uno se excede, el otro es carente.
Solamente juntos podemos encontrar unicidad en nosotros mismos. Solo juntos podemos ser un recipiente adecuado para la revelación de Uno Supremo.
De aquí se desprende la idea del Verdadero Amor. Las almas en su fuente son una unidad. Solo los cuerpos nos dividen. Por lo tanto, una persona que hace de su cuerpo lo principal y al espíritu secundario, nunca puede experimentar el Verdadero Amor.