La vida no cuenta historias. La gente lo hace.
La vida sólo proporciona materiales crudos. Suficientemente crudos como para que nosotros miremos hacia atrás y construyamos al menos dos versiones de nuestra propia biografía: 1) una prisión, 2) un palacio.
Esta es la mayor bondad que el Maestro de la Vida nos ha dado: El puso su propia pluma en nuestras manos, de manera que disfrutemos de la dignidad de un palacio construido según nuestro propio diseño.