Su sello de calidad era su política de “tienda abierta”. El plantó su hospitalidad sin fines de lucro en medio del desierto, e introdujo a todo viajante y nómade para darle una comida caliente y un lugar para descansar.
Algunos lo consideraban un extremista. Una vez estaba en medio de una conversación con Di-s Mismo cuando aparecieron unos viajantes a la distancia. El se disculpó y ¡corrió a invitar a los viajantes! Para Avraham, la hospitalidad era más importante que recibir a la Presencia Divina.
La tradición permaneció en la familia. Cuando el emperador romano Juliano ordenó el establecimiento de hoteles para quienes estaban de tránsito en cada ciudad, se refirió al ejemplo de los judíos “entre quienes ningún extranjero es descuidado”. Aún en los peores momentos, las comunidades judías tenían una comisión para proveer comida y alojamiento a todo viajante, sin discriminación.
La hospitalidad (Hajnasat Orjím) se observa, principalmente, con visitantes de fuera de la ciudad. Pero invitados locales también está bien. Dado que es una Mitzvá tan importante, no se debe esperar a que alguien pida, se debe invitar.
Una vez adentro, algunos invitados son vergonzosos, por eso se deben prever las necesidades y ofrecer antes de que pidan.
Otra clave de Avraham: a pesar de que tenía muchos sirvientes, él mismo estaba con los invitados y los servía. Si es una Mitzvá tan importante, ¿por qué no ocuparse uno mismo?
Cuando los invitados se van, se debe cuidar que tengan comida para el camino. Es una Mitzvá acompañarlos al aeropuerto, micro o tren, o al menos unos dos metros de la entrada de la casa. De hecho, la recompensa por acompañar invitados excede la recompensa de cualquier otra cosa que uno pueda haber hecho por ellos. Va más allá de ocuparse de ellos mientras están en la ciudad, se trata de asegurarse que lleguen a su próximo destino a salvo.