En la sección de esta semana leemos, entre otras cosas, sobre la relación entre Iaacov y su suegro, Laván. En la Torá, Laván es llamado "Laván haAramí", Laván el arameo. Sin embargo, nuestros sabios nos muestran que dentro de la palabra aramí se encuentra la palabra ramaí - embustero, en hebreo.
Ahora bien, Iaacov mismo ganó su nombre por su forma de superar a su hermano Eisav (como él mismo dice (Bereshit 27:36): "fue más listo que yo" al haber comprado la primogenitura y haberse quedado con las bendiciones de su padre Itzjak). Vemos aquí que hay una similitud entre Iaacov y Laván: ambos, cada uno a su manera, eran "más listos", por así decir. Entonces, ¿Qué diferencia a Iaacov de Laván?
Estrictamente hablando Laván era un mentiroso declarado abiertamente, mientras que Iaacov era solamente "más listo", es decir, sin recurrir a métodos prohibidos, se salía con la suya (ya que, en realidad, habiendo comprado la primogenitura legalmente, las bendiciones le correspondían a él, sólo que el asunto no era públicamente sabido por alguna razón...).
Esto podemos verlo en los nombres mismos que la Torá le da a cada uno: Iaacov indica directamente y reveladamente el concepto de ser más inteligente (como en el versículo citado, ver Rashi y Onkelus ahí). Y así se comportaba, como una persona simple, pero no por eso tonta. Mientras que en el caso de Laván, su nombre significa "blanco", mostrándose como una persona bondadosa y sincera externamente, pero siendo en el interior un embustero y engañoso. Por eso la Torá no dice directamente "Laván el embustero", sino que dice "el arameo" y debemos recurrir al orden de las letras para ver su verdadero interior: por afuera era bueno, pero por dentro malo.
La cualidad más sobresaliente de Iaacov era la verdad. Y esto se expresa en que su interior era igual que su exterior.
Tomando esto en cuenta podemos ver que Iaacov y su estadía en Jarán, en la casa de Laván simboliza las dificultades cotidianas de cada persona en su misión de hacer de sí mismo y del mundo a su alrededor una morada para Di-s: La sociedad se presenta como Laván, con propuestas interesantes y tentadoras, que por fuera parecen ser positivas, pero por dentro son opuestas a los principios y valores de la Torá y, por ende, son negativas. Y nosotros debemos actuar como Iaacov, siempre atentos a los embates del mundo, como quien diría en Argentina, "gambeteando a los rivales" con inteligencia, evitando las dificultades en nuestro acercamiento a Di-s.