El párrafo bíblico de esta semana nos relata sobre el alimento especial que Di-s proveyó a los iehudim en el desierto del Sinaí -el maná. Esta comida es clasificada por la Torá como pan del cielo". Poseía varias características maravillosas: no tenía desperdicio, la persona sentía el gusto que deseaba, a cada uno llegaba exactamente la medida asignada para él, y otras."Aunque el maná no fue más que una solución circunstancial a la necesidad específica de saciar el hambre de los judíos del desierto, tiene significación también para las generaciones futuras. El Altísimo ordenó dejar una vasija de maná para ser guardada, y uno de los usos que le dieron fue en los días del profeta Jeremías: cuando Jeremías les reprochaba: ¿por qué no se dedican ustedes a la Torá? Ellos contestaban: ¿acaso debemos abandonar nuestro trabajo y estudiar Torá? ¿De qué nos alimentaremos? Extrajo entonces la vasija de maná y les dijo...`vean, con esto se mantuvieron vuestros padres. Di-s tiene muchos enviados para disponer los alimentos para quienes Le temen".

LA FICCIÓN DE LA NATURALEZA

A simple vista, no se entiende en absoluto la respuesta de Jeremías, a la pregunta de los judíos ¿de qué vamos a alimentar? ¿De qué nos sirve saber que los judíos estando en el desierto comieron maná? ¡Hoy ya no cae maná del cielo! ¡El hombre debe arar y sembrar para extraer el pan de la tierra!

Aquí llegamos al profundo concepto escondido en el tema del maná: el maná expresa no sólo las bondades de Di-s en aquel entonces, sino el tipo de estructura con la cual nos sostiene Hashem, también aquí y ahora.

Cuando sembramos y aramos la tierra para hacer crecer de ella el pan, parece absolutamente natural. No vemos en ello ningún milagro y ningún factor sobrenatural. La percepción es, que si hay a quién agradecer es al hombre que aró y sembró y a la tierra que dio su producto. Así también un empleado que percibe un sueldo, se inclina a pensar que vive y se sostiene gracias a su empleador.

LO PRINCIPAL NO ES LA CANILLA

En realidad, hay aquí una gran ficción. La tierra que produce pan y el patrón que abona el salario, son sólo los conductos, "la canilla", a través de los cuales el Altísimo hace llegar Su bondad al hombre. La verdadera bendición y el verdadero sustento provienen de Él, sólo que Él hace uso de medios naturales a través de los cuales hace llegar el sustento.

El judío que razona con los verdaderos conceptos, sabe que no hay lugar a poner el énfasis en el "conducto" y abandonar la fuente de flujo de la bendición. Es verdad que este judío trabajará para recibir el sustento, puesto que se necesita también del "conducto", pero nunca se le va a ocurrir convertir al trabajo en el centro de su vida, al punto de que éste le estorbe en su estudio de la Torá, en la plegaria y en el cumplimiento de los preceptos, puesto que con ello estaría escarbando bajo sus propios pies, atentando contra "la fuente" de su sustento: la bendición de Di-s.

LAS ARTIMAÑAS NO AYUDAN

Este judío también entiende que las artimañas comerciales dudosas no le generarán mayores ganancias, y alargo plazo, incluso le causarán daño. Tiene fe en que es el Altísimo Quien fijó la medida de su sustento y de él sólo depende preparar el "recipiente" indicado para recibirlo. Sólo que para lograr esta conciencia se requiere de "emuná", fe en Di-s, ya que Hashem nos hace llegar su bendición a través de vías naturales que ocultan el verdadero proceso que digita los acontecimientos.

Y es aquí donde radica la importancia del maná: el maná deja sentado en forma clara y abierta que el sustento proviene de Hashem, y que todas las triquiñuelas del hombre no cambiarán en nada. Cada uno recibirá ni más ni menos de la porción que se le fijó de Arriba. Resulta entonces que el maná refuerza nuestra fe en Di-s y la confianza -bitajón- que Él proveerá a cada uno lo que necesita, material y espiritualmente.

Likutei Sijot tomo 31, Pág. 85

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