Esta semana, mientras estaba dando una clase sobre las diferentes cualidades emocionales del alma (midot, en hebreo) una persona hizo un comentario: “Pero las personas nunca cambian”. La cuestión estudiada era cómo mejorar las actitudes, como el enojo, el despilfarro, la burla, etc., cualidades que se encuentran en mayor o menor medida, en todas la personas.

Como la clase en sí no era sobre ese tema, a pesar de estar relacionada, no contesté la pregunta en toda su amplitud. Quería aprovechar esta editorial para decir lo que me parece.

La parashá de esta semana se llama Shoftím (jueces), y contiene un versículo que puede ayudanos a resolver esta cuestión. La Torá está hablando sobre el sitio de una ciudad, de las que el pueblo judío, en su entrada en la Tierra de Cnaán, debía conquistar. Los sitios, antiguamente, se armaban con árboles, tratando de construir alguna estructura para penetrar la muralla de la ciudad o para destruirla. La Torá indica que no deben utilizarse árboles frutales a tal efecto, mientras que si pueden usarse árboles que no den frutos. La razón de esto es, dice la Torá (Devarím 20:19) “Porque el hombre es un árbol del campo”. Ibn Ezra, un comentarista de la Torá, explica que el versículo está diciendo que, dado que obtenemos sustento del árbol, no debemos destruirlo. El hombre es (o sea, obtiene sustento de o vive de) un árbol del campo.

Más allá de esta explicación, el pensamiento jasídico entiende este versículo en forma literal, el hombre es, efectivamente, un árbol del campo, o sea, tiene similitudes con los árboles del campo. Y se plantean muchas similitudes, como echar raíces, dar frutos, crecer en general, etc. Pero hay una similitud que tiene que ver con nuestra pregunta.

El pensamiento jasídico explica que hay cuatro tipos de creaciones: objetos inanimados, plantas, animales y el hombre. A su vez, dentro del hombre mismo existen estos cuatro niveles: el nivel “planta” del hombre son sus cualidades emocionales. Así como las plantas crecen y dan frutos, de la misma manera, las emociones dentro del ser humano crecen de menor a mayor y “dan frutos”, por ejemplo, cuando crece en la persona el sentimiento de solidaridad, ayuda a sus prójimos.

Ahora bien, cada uno de nosotros tiene una combinación de componentes emocionales naturales, innatos. Estos componentes no cambian con el tiempo, sólo se desarrollan y crecen para dar sus frutos, como el árbol. Hasta aquí, aparentemente, el comentario del estudiante es correcto “las personas no cambian”.

Sin embargo, aquí es donde entra el trabajo personal de desarrollo: si bien la cualidades naturales de una persona, en general, no cambian (se requiere de un trabajo espiritual muy profundo y complejo para modificarlas, asunto circunscripto a los tzadikím - justos, en general) la orientación, el enfoque con que son utilizadas estas cualidades, puede (y en algunos casos) debe cambiar. Esto cambio se logra a través del estudio de las cualidades en general, de las cualidades personales en particular, y de los diferentes métodos y herramientas disponibles para modificarlas. En otras palabras, el estudio del jasidismo.

Entonces, “las personas nunca cambian”, es cierto y falso a la vez. Cada uno debe aprender a orientar sus cualidades para utilizarlas al máximo en el servicio a Di-s.

1 comentario en «¿La gente cambia?»

  1. Cabe mencionar que en Jasidut se explica que la alegría rompe las barreras, y es uno de los factores que genera un cambio muy profundo en la persona.

    El ejemplo es de una persona tacaña, en el momento de mayor alegría, por ejemplo, en el casamiento de su hijo único, puede llegar a despilfarrar dinero de una manera que nunca hubiera imaginado, porque la alegría rompió la barrea de su naturaleza.

    Y esta alegría es capaz de, no solamente quebrar la naturaleza adquirida a través de la costumbre, es decir, una persona que se comporta de una manera determinada por costumbre que se volvió su naturaleza, sino que, más aún, la alegría tiene el poder de quebrar y modificar la naturaleza misma de la persona.

    El salmista dice "sirvan a Di-s con alegría" y, en otro lugar dice (Mishná al final de Kidushin) "sólo fui creado para servir a mi Creador", de manera que todos los aspectos en el servicio a Di-s deben estar permeados por la alegría.

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