Como ya mencionamos muchas veces, uno debe aprender de todo lo que ve y escucha en la vida (así decía el Baal Shem Tov). Más aún de las cosas cercanas a uno, ya que por eso mismo son cercanas, para que uno aprenda de ellas.

A mi hijo mayor, Shloime (de cinco años) le encanta dibujar. Ultimamente añadió un ingrediente interesante al dibujo: dibuja cosas en hojas y las recorta, para luego utilizarlas. Hasta ha llegado a dibujar cosas muy grandes en varias hojas y luego persigue al adulto más a mano y le ruega que se le peguen las partes de su creación con "cinta scotch".

La última de estas grandes hazañas fue un shofar (cuerno utilizado en Rosh HaShaná). Pero no cualquier shofar, un shofar de Kudu. ¿Y qué es un kudu? El kudu es un mamífero que vive en áfrica que tiene unos cuernos muy grandes (pueden medir como un metro y medio) y los judíos de Teimán utilizan este animal para hacer sus shofarot.

Por supuesto, si Shloime no me decía que esos tres papeles pegados con cinta formaban un shofar de Kudu, uno hubiese pensado que eran una tripa estirada, o algo así...

¿Qué aprendemos de este episodio? Solamente el creador de una cosa puede definir su utilidad. Shloime sabía que esa tripa era un shofar de Kudu, y hasta lo hacía sonar con estruendosos gritos...

A menudo uno se encuentra con gente que se pregunta el motivo de su existencia. La verdad es que es una buena pregunta, pero, lamentablemente, en muchos casos la solución es buscada en los lugares o situaciones incorrectas.

Desde la perspectiva de la Torá, el hombre es una creación de Di-s. Esto nos lleva a concluir que sólo Di-s sabe para qué nos creó. Y no solamente eso, sino que tuvo la increíble misericordia con nosotros de informarnos, a través de la Torá, para qué nos creo.

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