Rosh HaShaná es el día de la coronación de Di-s como Rey del universo. A través de las plegarias y del sonido del Shofar, coronamos a Di-s y lo proclamamos Rey. Este concepto está directamente relacionado con la auto anulación de la propia voluntad para aceptar por sobre sí la soberanía del rey. Sin embargo, cuando observamos las plegarias establecidas por los Hombres de la Gran Asamblea para este día tan importante, encontramos que gran parte de las mismas habla de nuestras peticiones de cosas mundanas para nuestras vidas particulares. ¿Cómo podemos, al mismo tiempo, dejar de lado nuestra voluntad (para coronar al Rey) y pedir todo lo que necesitamos (que implica tener una voluntad propia)?
La verdad es que la misma pregunta se aplica a los rezos de todo el año. El momento más sublime de la plegaria es la Amidá, donde uno debería verse a sí mismo como parado frente al Rey de todos los reyes, El Santo, bendito sea. Cuando uno se encuentra frente a tal personalidad, se supone que debería estar totalmente entregado a Su majestad. Esta entrega es tan profunda, que uno deja de lado su propia voluntad para cumplir la del Rey. Sin embargo, cuando analizamos las doce bendiciones que componen el cuerpo de la Amidá, que fueron establecidas para todo judío, independientemente de su nivel espiritual o material, vemos que se trata de bendiciones en las cuales pedimos salud, dinero y otras necesidades personales. ¿Cómo puede ser que en el momento más sublime de la plegaria, cuando uno deja de lado su propia voluntad por la del Rey, pide todo tipo de cosas materiales y necesarias de acuerdo a su voluntad?
Para entender la respuesta, debemos saber que cada objeto en el mundo tiene una fuerza divina que lo crea y lo mantiene. En la literatura cabalística, esta fuerza es denominada "chispa divina". Cuando un determinado objeto es utilizado para servir a Di-s, por ejemplo, una moneda es dada a un pobre en carácter de caridad, la vitalidad que se encuentra en el objeto, en este caso la moneda, se eleva hacia su fuente y lleva a cabo su razón de ser, revelando en el mundo la presencia divina y haciendo del mismo una morada para Di-s. Cada judío tiene cierta cantidad de "chispas divinas" que debe elevar a lo largo de su vida, cumpliendo así su misión en la tierra.
Cuando uno pide en Rosh HaShaná (y así también durante el resto del año) una bendición para tener hijos, salud y sustento, uno no lo está pidiendo como expresión de su propia voluntad, lo que estaría en contradicción con el tema principal del día, que es aceptar sobre uno el yugo celestial, sino que uno lo pide, por así decir, por Di-s, para que, a través de que Di-s nos bendice y nos da abundancia, podamos usarla para servirlo y así revelar Su reinado sobre la tierra. Este tipo de petición surge de un estado de completa anulación hacia la Voluntad Divina, donde uno se olvida por completo de sus propias necesidades y pide sólo aquello que, por así decir, Di-s necesita.
Uno podría preguntarse que todo esto suena muy bonito, pero la verdad es que cuando uno pide bienestar para sí mismo, y cada uno se conoce muy bien, ¡no está pensando en Di-s, sino en sí mismo!.
El Baal Shem Tov, fundador del Movimiento Jasídico comenta sobre el versículo de Tehilím (107:5) "Hambrientos, también sedientos, sus almas, dentro suyo, desfallecían" que el hambre y la sed del cuerpo, surgen del hambre y la sed del alma por elevar las "chispas divinas" que se encuentran ocultas en la comida o bebida. De acuerdo a esta explicación, a pesar de que externamente uno sienta que pide bendiciones en Rosh HaShaná para su propio beneficio, internamente es el alma la que está sedienta por elevar y refinar este mundo, para hacer del mismo una morada para Di-s.
La enseñanza para todos en las plegarias de Rosh HaShaná es, que no es suficiente que el interior del judío sea como corresponde. Sino que el interior debe salir a la luz y expresarse en el exterior. En el momento más sublime del rezo, uno debe saber que todas las bendiciones que pide y que, con seguridad, recibirá, deben ser utilizadas en el servicio a Di-s.
Que Di-s nos bendiga a todos con un año bueno y dulce, tanto en los aspectos materiales como físicos.
Extraído de Likutei Sijot, vol. 19, pág. 292.