Nuestros sabios dicen que debemos buscar relaciones entre la lectura semanal de la Torá y los acontecimientos actuales. De hecho, un paso más aún, las festividades tienen una relación con la sección de la Torá en la cual, frecuentemente, acaecen.
Nos encontramos ahora en la semana de la parashá Miketz, en la cual, además, festejamos la festividad de Jánuca. Por lo tanto, debe haber alguna relación. Lo siguiente, es una idea, pero no la única.
El tema con cual comienza esta parashá es los sueños de Paró, el rey de Egipto. Estos sueños, que en realidad conformaban juntos una unidad, consistían en que siete vacas flacas se comían a siete vacas gordas y, luego, siete espigas de trigo secas se comían a siete espigas gordas. Paró busca quien interprete su sueño y, después de varios intentos de sus propios consejeros, Iosef le explica que se trata de siete años de abundancia (las vacas gordas) que van a ser seguidos por siete años de hambruna (las vacas flacas) que serán tan duros que serán olvidados los años buenos (vacas flacas tragándose a las gordas). El sueño se repetía porque faltaba poco para que comience a cumplirse.
Ahora bien, en la parashá pasada, también encontramos sueños. Los de Iosef mismo. Primero él sueña con que once paquetes de espigas se arrodillan a su propio paquete erguido. Luego sueña que el sol, la luna y once estrellas se arrodillan a él. Esto se refería a los hermanos de Iosef arrodillándose a él, cosa que se cumple en esta misma parashá.
Si comparamos los sueños de Iosef y los de Paró, vamos a ver que los de Iosef van de abajo hacia arriba, por así decir, primero espigas y luego estrellas, mientras que los de Paró son a la inversa: primero vacas (reino animal) y luego espigas (reino vegetal). Esto indica claramente que en el judaísmo, nuestro objetivo y búsqueda es Di-s. Es decir, la búsqueda del hombre consiste en superarse tratando de emular a Di-s, como nuestros sabios dicen: Di-s visita enfermos, entonces tú visita enfermos, Di-s entierra muertos, entonces tú entierra muertos, y así sucesivamente. En general, Di-s es bondadoso y misericordioso, pues tú haz lo mismo con el mundo a tu alrededor.
En Jánuca vemos algo similar. Los griegos, que conquistan la Tierra de Israel, quieren imponer su pensamiento, su filosofía, basada en el intelecto humano, “mirando hacia abajo”, por así decir, dejando de lado a Di-s como guerza que trasciende el intelecto. Mientras que el pueblo judío se oponía a dejar de lado sus raíces y su vínculo con Di-s.
De hecho, el nombre de Grecia en hebreo es iaván, que se escribe יון. Cuando analizamos la palabra en hebreo, aún si uno no entiende la lengua, podemos ver algo increíble. El hebreo se lee de derecha a izquierda. Por lo que la primer letra de iaván es una iud, la más pequeña, y que se escribe en la parte superior del renglón, sin apoyarse en el renglón de abajo. La siguiente es una vav, que es una línea recta que ocupa todo el renglón, y la última es una nun sofit, que comienza en la parte superior del renglón y termina por debajo de la línea donde se apoyan las otras letras. Esto muestra un descenso, desde la iud hasta la nun. El pensamiento griego parecía ser muy racional e interesante, pero sólo lograba que la persona descienda espiritualmente hasta las profundidades más abismales, hasta olvidarse totalmente de Di-s.
Y esto es, exactamente, lo que pasó con Iosef y Paró: sus sueños y la lucha entre los hebreos y los griegos son análogos.
Así como en la época de Jánuca, el sacrificio total por los valores eternos del judaísmo, ligados con Di-s, logró que el poderío griego no destruya al pueblo judío, de la misma manera hoy, el aferrarse a nuestras raíces, el estudiar sobre ellas y entregarnos incondicionalmente a nuestra fuente, son la única forma de lograr vencer las dificultades y la oscuridad que acechan.
Que las luces de las velas de Jánuca iluminen nuestras vidas y nos den la fuerza para iluminar el mundo entero con la luz de la Torá.