La sección de esta semana se llama Tazría (dar simiente) y da comienzo a una larga sección en la Torá (que ocupa ésta y la parashá siguiente) que describe las leyes de una enfermedad llamada tzaráat. Esta enfermedad se manifestaba como manchas en la piel del cuerpo o en la cabeza o la barba o en las ropas o hasta en las paredes de las casas. Hoy en día no existe esta misma enfermedad pero, como mencionamos muchas veces, la Torá tiene enseñanzas eternas que se aplican en todo lugar y momento de la historia humana.
Más allá de los causales de estas manchas, nuestros sabios explican, basados en los versículos de ésta sección, cómo debe identificarse una mancha para saber si es tzaráat o no. Y el proceso comienza por ver la mancha. Dice la Mishná (Negaím 2:5): "Todas las manchas una persona ve, excepto las propias. Rabí Meir dice, tampoco las de sus parientes cercanos".
El texto se refiere a las manchas de tzaráat, sin embargo, nuestros sabios explican que esta enseñanza tiene un significado mucho más profundo también: las manchas a las que se refiere son manchas en el alma. Todos tenemos diferentes "manchas" en el alma, actitudes y comportamientos, inclinaciones y emociones inapropiadas que no vemos ni percibimos. Sí logramos ver las manchas de los demás, siempre y cuando, según la opinión de Rabí Meir, no sean nuestros parientes, en cuyo caso el amor y la indulgencia con la que uno se percibe a sí mismo se esparce sobre nuestros seres queridos también.
Ahora bien, a pesar de lo profundo y revelador de la Mishná, hay un problema: aparentemente la Mishna debería decir algo como "Ten cuidado y se honesto al observar tus manchas" o algo por el estilo. Es decir, entendiendo la naturaleza del ser humano de no asumir sus propias faltas, la enseñanza debería tender a advertir y ser cuidadoso en ser imparcial aún con la spropias manchas. Y sin embargo nuestros sabios dicen directamente, "No te dediques a ver tus errores, ¡observa los de los demás!"
La idea detrás de esta enseñanza es la siguiente: siendo clara la naturaleza del hombre, de, por amor propio, no querer ver sus propias fallas, sería cruel por parte de Di-s exigirle al hombre ir en contra de su propia naturaleza (con la cual El mismo lo creó). La Torá sólo exige al hombre lo que éste puede cumplir según sus capacidades y limitaciones. Por eso la Mishná no le indica al hombre que aprenda a ver sus fallas, sino que directamente lo manda a dedicarse a las fallas de los demás. Pero, a su vez, en otro lado, la misma Mishná dice (Avot, 1:6): "Hazte de un maestro", así indicando cuál es la forma de lidiar con las propias manchas.
No debe entenderse de aquí que uno debe dedicarse a criticar y mostrar las manchas de las demás personas, si no, por el contrario, el énfasis es que uno debe asegurarse de consultar con alguien sobre sus propias manchas, con el objetivo de borrarlas y crecer personalmente.