Generalmente hablamos de la verdadera fe como una "elevada visión". El alma, no limitada a nuestro pequeño mundo, ve una realidad que la mente no puede imaginar. Desde esa visión viene el poder para enfrentar los desafíos de un mundo confuso y oscuro.
Pero esta "elevada visión" implica que hay dos y no uno: estás tu y está la visión. Y si hay dos, cuando la oscuridad y la confusión atormentan, los dos pueden estar separados.
Ahí es cuando en necesario llegar a la esencia misma del alma: no una visión, sino un sentimiento de ser. El sentimiento de que este es mi Di-s y yo soy Suyo. Que somos uno. No hay otra cosa.
Donde no hay otra cosa, no hay de qué separarse.