Nos acercamos hacia el último mes del calendario judío, el mes de Elul.
Este es un mes muy particular en el calendario. Se vive una sensación de que algo se acaba y, a la vez, se vive un aire de preparación para algo que empieza.
Y son dos sensaciones fundamentales en la vida judía en general, que no se aplican solamente a un mes del año.
Nuestros libros sagrados explican que en la Mitzvá de Teshuvá (retorno) hay dos partes generales: arrepentimiento por el pasado y aceptación de mejoramiento para el futuro.
El arrepentimiento por lo hecho en el pasado no tiene como objetivo simplemente sentirse mal porque uno no le respondió a Di-s como debía, después de todo, Di-s nos da vida, que incluye salud, bienestar económico, alimentos, etc., y sólo nos pide que cuidemos y respetemos la Torá. El arrepentimiento funciona como herramienta correctora del pasado.
La Torá trasciende al mundo, es la fuente del mismo, por lo que tiene la capacidad de cambiarlo, hasta de cambiar el pasado. Esta es la primer sensación del mes de Elul, la de corregir el año que se está acabando, aprovechando cada momento para reflexionar sobre lo que ocurrió, lo que uno hizo y lo que no hizo.
La segunda parte de la Teshuvá es la aceptación de que en un futuro, si uno se viese enfrentado a las mismas circunstancias en las cuales en el pasado pecó, no va a pecar. Dicho de otra manera, es el enfoque en el mejoramiento personal a corto, mediano y largo plazo. Y, como todas las expectativas y objetivos que la persona se plantea a futuro, debe ser una aceptación real y concreta y principalmente, posible de lograr de acuerdo a la capacidad personal de cada uno.
Esas son las dos sensaciones que se viven y respiran en el mes de Elul. Por eso nuestros sabios establecieron costumbres específicas para este mes, que nos permiten enfocarnos en estas dos sensaciones: meditar sobre el pasado y corregirlo, y prepararnos para un año mejor, tanto en lo espiritual como en lo material.