La tendencia natural es tratar a los asuntos espirituales como un lujo, como un apéndice a la vida. Comer, dormir, hacer dinero, estas cosas tienen prioridad, y el tiempo dedicado a ellas es santo. Pero plegaria, meditación y estudio sólo caben cuando así lo sientes, y son rápidamente desplazadas por el menor capricho.
Debes proyectar tus prioridades de acuerdo a tu ser íntimo. Debes preguntarse a tí mismo si de esto se trata toda la vida.
Determina un tiempo para actividades que te enriquezcan espiritualmente. Se estricto con ese tiempo como un “alcohólico del trabajo” con su negocio.