En esta editorial me gustaría lidiar con un tema simple, pero, como todas las cosas simples, a veces son difíciles de aplicar y de digerir, por así decir. Todas las personas, en diferentes medidas, estamos ligados a la educación. Ya sea de niños o de adultos, o aún de extraños, ya que se educa principalmente con el ejemplo y eso lo ve y percibe hasta una persona caminando por la calle, sólo que es educación pasiva. Principalmente, cuando hablamos de padres e hijos, es la función principal de un padre (y una madre) educar a sus hijos. Obviamente, tener hijos es sencillo, pero el verdadero trabajo está en educarlos.

Cuando un padre ve un comportamiento inapropiado, debe tomar una actitud al respecto. Es verdad que hay casos en los cuales se debe callar, pero eso no quiere decir que el padre apruebe el comportamiento, simplemente que, tras la evaluación del caso y los beneficios de advertir o callar, surgió que es más útil callar ahora para advertir en otro momento.

A su vez, existen sistemas y métodos para educar, aplicables a ciertas circunstancias, que advierten y llaman a la reflexión al educado sin ser directos. Por ejemplo, si un hijo tiene un comportamiento indebido y el padre simplemente lo mira con una mirada seria, si bien no está diciendo nada, pero hay un mensaje de desaprobación en la mirada. O, si tras una frase o comportamiento el padre exclama “¡Oi vaBoi!” (cuyo significado en idish sería como una doble exclamación diciendo ¡Oi! Y ¡Oi!), si bien no está diciendo mucho, el contenido de esas palabras es sorpresa y desaprobación.

En particular cuando el comportamiento es público, con seguridad no se puede dejar pasar la oportunidad de expresar opinión. Esto no quiere decir que haya otras consecuencias, pero el hecho mismo que un hijo sepa lo que el padre piensa sobre un asunto es de suma importancia. Es fundamental que un padre exprese sus expectativas a sus hijos porque, de otra manera, con qué derecho luego le reprocha que no hizo tal o cual cosa: ¿Cuándo le dijo que lo esperaba?

Esto se ve también cuando un padre le dice a su hijo: “Portate bien”, es tan ambiguo el mensaje que es ¡imposible de cumplir! Se debe ser tan específico como sea posible.

Un paso más es que, en realidad, el hijo está esperando que padre cumpla su función. Si bien puede no ser consciente, pero en lo más profundo de su alma, está esperando ser guiado. Es como si dijésemos que un padre es malo porque no permita malas compañías a su hijo, o porque repruebe fumar, beber, drogarse, ¡porque despierte a su hijo todas las mañanas para ir a la escuela! Desde la perspectiva del hijo el padre está siendo cruel, duro, está generando una cárcel y demás expresiones similares, pero cualquier persona sana va a decir que el padre está educando a su hijo y, lo que es más importante, cumpliendo su función de padre.

Estando tan cerca del 3 de Tamuz (martes 11 de junio), el día del fallecimiento del Rebe, rabí Menajem Mendel Schneerson, de bendita memoria, es un momento apropiado para la reflexión, para que pensemos dónde estamos parados en nuestra relación con el Rebe, con la cabeza y líder de nuestra generación, cómo internalizamos sus enseñanzas y utilizamos su guía para atravesar el exilio oscuro en el que vivimos.

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1 comentario en «Oi vaBoi»

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