Saber que este mundo no es una jungla salvaje donde quien es más fuerte o rico o más inteligente puede abusar y destruir sin importarse por aquellos que se encuentran debajo de él -- no es un asunto de religión o fe, particular de una gente o un grupo de creyentes. Esta es la realidad subyacente -- que este mundo tiene un Señor, y no es ninguno de nosotros.
Una sociedad pacífica solo puede durar cuando es construida sobre lo que es real.