Un fundamento de la vida judía es la modestia. En la forma en que caminamos en la calle, en la forma en que interactuamos con otros, y en la forma en que vestimos.

Los parámetros exactos de los requerimientos de vestimenta recatada dependen del momento y el lugar. Sin embargo, la idea básica, tanto para hombres como para mujeres, es vestir ropas que den respeto a la persona, es decir, ropas que no disminuyan la importancia de la persona tras esas ropas, acentuando el cuerpo, como si fuera más importante que las cualidades y virtudes espirituales, elementos principales de la personalidad.

Cuando evitamos poner excesiva atención a nuestro ser externo, nuestro núcleo humano, el espíritu Divino dentro nuestro, puede brillar. El recato en la vestimenta nos permite interactuar con el mundo de una manera mucho más poderosa, porque nuestra verdadera esencia sale a la superficie.

La modestia no significa una negación del propio ser ni fuerza a ocultarlo, sino que crea un espacio de privacidad en el cual podemos desarrollarnos, sin preocuparnos por la aprobación del medio.

Aún en soledad, en el más privado de los lugares, debemos comportarnos con modestia, ya que no hay lugar donde Di-s no esté presente.

Algunas guías básicas:
Se deben evitar ropas ajustadas al cuerpo o que dejen a la vista partes del cuerpo normalmente cubiertas, o aún ropas que llamen demasiado la atención.

Las mujeres visten polleras que cubran hasta las rodillas (aún cuando están sentadas) y ropas que cubran hasta los codos.

La mujeres casadas se cubren el pelo. Lo pueden hacer con una peluca, o un gorro.

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