"Nuestras manos no derramaron esta sangre" (Devarím 21,7). Al final de la sección de esta semana la Torá trata sobre el tema de la "becerra desnucada", que expía el homicidio de una victima que se encontró asesinada en el campo y se desconoce quien la mató.La Torá ordena a los ancianos de la ciudad más cercana al lugar en donde se encontró el cadáver a que desciendan a un valle con una becerra de un año y proclamen: "nuestras manos no derramaron esta sangre y nuestros ojos no vieron". Este acto tiene como fin la expiación y a su vez publicar a viva voz el asesinato, para poder identificar al asesino.
A simple vista, ¿que relación hay entre "los ancianos de la ciudad" y el homicidio? Es sabido que "no hay muerte sin pecado" resulta entonces que el hecho de que la persona murió se debe, sin duda, a sus pecados. El acto de homicidio fue realizado por medio del asesino, y éste debe recibir la pena que le corresponde. Pero: ¿qué relación hay entre los ancianos de la ciudad - el tribunal rabínico del lugar - y el homicidio?
La sección de "la becerra desnucada" nos deja en claro que: "Todo Israel son garantes el uno por el otro". La responsabilidad por un asesinato no reside sólo sobre el homicida, sino sobre todos los habitantes de la ciudad más cercana, e incluso sobre los ancianos de esa ciudad, hasta el propio Tribunal Supremo - Bet Din HaGadol (como explica Rashi sobre el versículo "Y saldrán tus ancianos" los especiales de entre tus ancianos, esto se refiere al Gran Sanedrín).
Los ancianos son quienes deben proclamar a viva voz: "nuestras manos no derramaron esta sangre". Ellos son quienes deben mostrar a todos que sus manos estaban limpias. Ellos deben proyectar hacia todas las personas los principios y conductas de la Torá de manera tal que un suceso como este directamente no ocurra. Si no lo hicieron - la responsabilidad es de ellos.
También en la vida espiritual existe el concepto de "derramamiento de sangre". Parafraseando los versículas de esta parashá, cuando un judío peca y transgrede, "derrama", por así decirlo, la sangre y "vitalidad" de su alma, y la hace descender a la impureza y a la dimensión opuesta a la santidad Divina. A veces encontramos un judío que está como si fuera un "muerto caído", en un nivel espiritual tremendamente bajo. Más aún: lo encontramos en el campo, en el espacio bajo el dominio de "Eisav, el hombre de campo".
Por un lado podría argumentarse que la propia persona es culpable del estado al cual permitió caerse. ¿Quién, fuera de él, es culpable de que haber llegado a un nivel tan bajo? Podría salir del "campo" espiritual e instalarse en la "ciudad" - en una estructura de vida judía, de Torá y Mitzvot. Si a pesar de eso eligió permanecer en "el campo" y "caer muerto" - toda la responsabilidad reside en él.
Por eso viene la parashá de "la becerra desnucada" y pone las cosas en claro: la responsabilidad por el judío "caído", que está en decadencia en lo que respecta a su judaísmo, también está sobre los miembros del Gran Sanhedrín. Y como dicen nuestros sabios (Taná DeBei Eliahu Rabá 11): "ellos, los miembros del Gran Sanhedrín, deberían haber... ceñido sus caderas con sogas de hierro... y deambular por todas las ciudades de Israel... y enseñar al pueblo. Deberían haberse, preocupado para que este único judío no salga del ámbito del judaísmo".
Esto es una enseñanza para todo judío, y especialmente en el mes de Elul, mes de balance espiritual sobre todo lo hecho, hablado y pensado durante el año en relación la Torá y sus Mitzvot. Se debe salir al "campo", a despertar a los judíos, a recordarles qué es el mes de Elul, un mes cuando el Rey - El Altísimo - se encuentra en el campo, y recibe a cada judío "con rostro afable y muestra a todos un rostro sonriente". De esta manera podremos llegar a los Iamim Noraím - Días Temibles de Rosh HaShaná y Iom Kipur, "la ciudad", y ser inscriptos y sellados de inmediato en el Libro de los Tzadikím - justos completos.
Adaptado de www.jabad.org.ar