En la parashá (sección) de esta semana (Shoftím, jueces) aparece la Mitzvá de designar un rey para el pueblo judío. Originalmente, el rey era designado por un profeta certificado, es decir, del cual ya se sabía que sus profecías eran verdaderas. Luego, el reinado se pasaba de padre a hijo.

El primer rey del pueblo judío se llamó Shaúl, y fue designado por el profeta Shmuel. Cuando uno analiza la historia de esta designación, surge un interrogante. Por un lado, como fue mencionado, la Torá dice que una de los preceptos que debían cumplirse cuando el pueblo judío entre en la Tierra de Israel era designar un rey. De hecho, la Torá define varias leyes que delimitan los derechos y las obligaciones del rey, con lo cual queda claro que la Torá desea, por así decir, que haya un rey. Por el otro lado, cuando el pueblo judío le pide a Shmuel que designe un rey, éste se enoja y le parece mal la petición, al punto tal que Di-s lo consuela diciéndole que, en realidad, lo rechazaron a El, no a Shmuel: si la Torá manda a designar un rey, ¿por qué se enojó Shmuel cuando le pidieron que lo haga?

Para entender esto debemos comprender que hay dos aspectos en un rey. En su nivel más básico, la función de un rey es generar temor en la gente de manera tal que no transgredan las leyes de convivencia. Tal y cual funciona la ley del país y el sistema de castigos penales en conjunto con la policía. Como dicen nuestros sabios (Pirkei Avot 3:2): "Si no fuese por su temor (el del rey), se tragarían unos a otros vivos". En otras palabras, el rey impone la ley divina, la ley de la Torá. Si no fuese por la representación física del rey en la tierra que impone temor, la gente no observaría las leyes.

La segunda función del rey, más elevada que la anterior, es ser una especie de intermediario entre Di-s y el pueblo. El rey no era simplemente un ser humano más poderoso o, por así decir, quien estuvo en el lugar justo en el momento justo, sino que el rey tenía una comprensión más profunda de Di-s y transmitía ese entendimiento al resto del pueblo. El rey percibía a Di-s en forma más elevada que el resto de las personas y esa percepción influenciaba al resto del pueblo para que su nivel de unión a Di-s sea superior.

Por eso era necesario un profeta para designarlo. Sólo por la primer función del rey, alcanza que se auto imponga, o que demuestre destreza física o inteligencia táctica, etc., pero para cumplir la segunda función, era necesario el testimonio Divino sobre las cualidades de la persona, cosa que revelaba a través del profeta. Cabe aclarar que, cuando uno estudia el Tanaj (la Biblia), surge que una gran cantidad de reyes (principalmente aquellos del reinado de Israel, al norte) no eran este tipo de personas, cumpliendo la segunda función, sino que eran solamente del primer tipo y, peor aún, llevaban a la gente a hacer idolatría y alejarse de Di-s, lo opuesto a su verdadera función. Esto es así porque, después de todo, cada ser humano tiene libre albedrío para elegir su camino. De hecho, el ejemplo clásico de un rey malvado, Ierovam ben Nevat, originalmente era un gran sabio y tenía un enorme potencial para guiar al pueblo, sólo que decidió guiarse y guiar a la gente por el camino opuesto.

Con esta idea vamos a comprender que Shmuel se enojó cuando le pidieron un rey porque él quería que el pueblo judío esté en un nivel de temor a Di-s tal, que no sea necesario un rey para imponer las leyes. Sin embargo, el pueblo quería un rey para cumplir solamente la primera función...

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