En el Monte Sinaí, en la Entrega de la Torá, nos dice la tradición, no hubo eco.
La Torá penetra y es absorbida por todas las cosas, porque es su esencia. No hay lugar donde no se aplique, no hay oscuridad que no ilumine, nada a lo que no pueda darle vida. Nada va a rebotar diciendo: "La Torá es demasiado santa para estar aquí".