En la sección de esta semana comenzamos a leer sobre las plagas con las que Di-s castigó a Egipto antes de la liberación del pueblo judío.
Muchas veces mencionamos la idea de que los relatos de la Torá no son solamente cuentos o historias, sino que enseñanzas. Aún aquellos relatos que no podrían repetirse nunca más (como la servidumbre y la salida de Egipto tal y cual ocurrió hace miles de años), también tienen una enseñanza práctica para la vida cotidiana.
La primera de las plagas fue al de sangre. La Torá dice "El alma de la carne se encuentra en la sangre" (Vaikrá , 17:11) y "porque la sangre es el alma". (Devarím 12:23) (Algunos malinterpretan diciendo que la sangre es el alma en la práctica. Sin embargo, la perspectiva judía es que la sangre es el medio a través del cual se transporta la vitalidad del alma a todo el cuerpo, pero la sangre misma no es el alma.) Vemos de aquí una vinculación muy profunda entre la sangre y la energía vital del cuerpo.
La Torá relata cómo el agua del río Nilo se convirtió en sangre. El agua representa la frialdad. Ahora bien, hay dos tipos de frialdad: 1) hacia lo mundano y, 2) hacia lo santo. Una persona puede ser indiferente y "fría" en su actitud frente a las tentaciones del mundo (en sus diferentes formas, dinero, gloria, etc.) o puede ser "fría" frente al judaísmo y la espiritualidad en general. El río Nilo representa el segundo tipo de frialdad.
Por eso la primera plaga fue sangre. Para contrarrestar la frialdad frente a lo espiritual, debe haber sangre, es decir, la persona debe enfocar su capacidad de deseo y anhelo hacia lo santo y sublime, quitando el enfoque en su vida de lo material y mundano.
La razón de esto es muy simple: si sólo existimos para dedicarnos a lo material y mundano, ¿en qué somos mejores que los animales?