Un niño que se siente amado por sus padres, tiene más posibilidades de identificarse con ellos, sus valores y formas de conducta.
Cuanto más completo y claramente demostrado sea el amor, tanta más seguridad sentirá el niño, pudiendo concentrarse en la realización de sus tareas, logrando más rápidamente la madurez.
Los padres deben evitar las situaciones de ambivalencia, es decir, demostrar en algunos momentos mucho amor seguido de momentos de extrema ira e intolerancia. Tampoco deben descargar en el niño sus frustraciones e infelicidades. Esto torna al niño inseguro, sin saber lo que aguarda en el próximo instante y su energía, que podría haber sido aprovechada en los estudios u otras tareas, es bloqueada.
Los padres deben tener cuidado para que sus cambios de humor no lleguen a sus hijos, debiendo siempre crear un clima de armonía dentro del hogar.