"Dios le dijo. Iaacov: no temas por descender a Egipto..." (Bereshit 46:3)
El dolor es real. El miedo no es real.
El dolor es real porque no estamos en nuestro verdadero lugar. Nada está en su verdadero lugar. Se llama exilio. El exilio del alma.
El miedo no es real. No hay de qué tener miedo. Porque no importa donde nos encontremos, Dios está ahí con nosotros. Porque Él está en todos lados.
Lo único que debemos temer es que no sintamos más el dolor. Qué nos imaginemos que este es nuestro lugar después de todo.
Porque es el dolor de saber que estamos en el lugar equivocado que nos eleva por encima de este lugar.
Likutei Sijot, vol. 30, p. 234.