Pasaron seis días desde la salida de Egipto, pero nuestra liberación aún fue completa. Hasta la séptima noche, cuando el Mar de Juncos se abrió para nosotros, y luego hundió y destruyó a los perseguidores egipcios. Sólo entonces sentimos las cadenas de la opresión quebradas.

Revivimos ese gusto de liberación total en el séptimo y octavo días de Pesaj.

Se encienden velas de Iom tov (sin recitar la bendición de shehejeianu), se hace kidush y se comen comidas festivas ambas noches y ambos días. No se trabaja, ni conducen vehículos, ni se escribe ni se manejan dispositivos eléctricos. Se permite cocinar y cargar objetos en la vía pública (excepto cuando acaece en Shabat).

La apertura del mar no fue solamente una escena espectacular; fue una visión clara de un profundo orden cósmico. Muchos reviven la experiencia quedándose despiertos toda esa noche estudiando Torá y absorbiendo la santidad del momento.

Durante la lectura de la Torá del primer día se lee la historia del Mar de Juncos, todos permanecen de pie mientras se lee la canción que cantó Moshe con el pueblo judío luego de la apertura.

En el segundo día se recita la plegaria de Izcor, en recuerdo de seres queridos fallecidos.

En el último día de Pesaj hay un énfasis especial en la liberación final con la venida de Mashíaj. La lectura de profetas posterior a la de la Torá (Haftará) habla de esos tiempos. Para celebrarlo, el Baal Shem Tov solía hacer una comida festiva, llamada Seudat Mashíaj – la comida de Mashíaj.

Lleva un tiempo hasta que el rabino recompra el jametz vendido para Pesaj. Se debe esperar al menos una hora antes de comer jametz al terminar Pesaj.

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