El afecto prospera en una atmósfera positiva. Los padres que están felices consigo mismos emiten "vibraciones" positivan dentro del hogar. Los niños captan estas vibraciones y se sienten bien sólo por el hecho de estar en ese ambiente. Del mismo modo, los padres que no están felices consigo mismos, tienden a enviar vibraciones acorde a su estado emocional, que los niños también captan. Por lo tanto, debemos esforzarnos en lograr un hogar lo más feliz posible.

Sin embargo, no es correcto pensar que nuestra propia imperfección nos impide hacer lo mejor por nuestros hijos. Sonreír a un niño cuando uno no se encuentra perfectamente feliz es correcto. El papel de un educador es el de mantener siempre una actitud positiva en beneficio de sus hijos.

Esto no significa mentir. Simplemente hay cuestiones que los niños (cada uno de acuerdo a su edad y madurez) no son capaces de entender claramente, por lo que a veces es preferible, por el bienestar de los niños, ocultar algunos detalles de la situación. Imaginemos que si a un adulto le causa indignación la injusticia que ve en la sociedad o una situación de guerra: ¿cómo se sentirá el niño?, que ve al adulto angustiarse y no entiende por que... o ve las noticias policiales y no entiende por que...

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