En la sección de esta semana, Vaishlaj (y envió), la Torá nos relata, por primera vez, la historia de un Bar Mitzvá. En sí, un Bar Mitzvá (o Bat Mitzvá para las niñas) significa que un niño cumplió trece años (o doce para una niña) y ya es responsable de sus actos frente a Di-s. Antes de esa edad, se considera que el niño no está listo para hacerse cargo de sus actos y decisiones.

Shimón y Levi, dos hijos de Iaacov, deciden vengar la desgracia de su hermana Dina. La Torá relata que “Tomaron cada uno su espada […] y mataron a todos los hombres” (Bereshit 34:25). En hebreo, la expresión “cada uno su espada” se escribe “ish jarbó”, literalmente “hombre su espada”. Del hecho de que la Torá los llama “hombres” y en ese momento tenían trece años, aprendemos que a esa edad un niño se vuelve un hombre (al respecto de la responsabilidad por sus actos).

Encontramos en la historia de Shimón y Levi, en la historia del Bar Mitzvá, una contradicción que, explicándola, podremos comprender la esencia de un Bar Mitzvá y, a su vez, los fundamentos del servicio a Di-s.

Por un lado, nuestros sabios explican que el adjetivo ish denota la virtud intelectual emocional del hombre, es decir, su capacidad de guiar las emociones de acuerdo a los dictámenes del intelecto: amar aquello que es racionalmente correcto amar, ser severo cuando tiene sentido y así sucesivamente. Esto quiere decir que, a partir del Bar Mitzvá, el niño deja de ser un simple reaccionario que se conduce de acuerdo a sus sentimientos y emociones para ser más racional e intelectual.

Esta idea implica un servicio a Di-s basado en el intelecto, donde la persona comprende la grandeza de Di-s, la importancia de las Mitzvot, y por eso decide conectarse con El a través de Sus preceptos.

Por el otro lado, la reacción de Shimón y Levi traía aparejada un sacrificio total por Dina. Ellos arriesgaron sus vidas para rescatar a su hermana. Aún si en el momento del rescate propiamente dicho sus vidas no corrían peligro, más tarde Iaacov mismo temería de los pueblo que están a su alrededor, que quieran vengar lo ocurrido en Shjem (ver Bereshit 34:30).

Esto implica un servicio a Di-s que trasciende lo intelectual, un servicio basado en la aceptación irracional de Di-s (kabalat ol)y Sus preceptos, más allá de lo que la persona comprende.

Esta contradicción entre lo racional y lo irracional nos lleva a entender la esencia de un Bar Mitzvá: el comienzo del servicio a Di-s a los trece años está basado en el intelecto. El niño pasa a percibir la realidad de otra manera. A su vez, el sacrificio de este primer relato de Bar Mitzvá nos muestra que no alcanza solamente con lo racional, debe haber un componente de entrega absoluta a Di-s, mesirut nefesh (auto sacrificio).

Estos dos movimientos espirituales se replican en el hombre en general, aún después del Bar Mitzvá: a medida que la persona aumenta en su comprensión de Di-s a través del estudio de Torá, asuntos que antes estaban supeditados a la fe pasan a ser racionales, y la fe se eleva a asuntos superiores. Sin embargo, la columna vertebral, el centro del servicio a Di-s es la fe que trasciende el intelecto.

En otras palabras: la verdadera fe no consiste en creer en Di-s, en creer en Su grandeza, Su poder, etc., porque todo eso es, después de mucho estudio, lógico. Son conceptos racionales a los que el ser humano puede llegar sin utilizar su fe. La verdadera fe es en la irracionalidad de Di-s, en cómo El trasciende todas las definiciones que podamos aplicarle. La verdadera fe consiste en contemplar que El, a pesar de ser infinitamente superior a nosotros, nos elige y se conecta con nosotros.

1 comentario en «Bar Mitzvá»

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