El Alter Rebe, fundador del Movimiento Jabad, dijo: “Debemos vivir con la parashá”, o sea, según explicó posteriormente su hermano, debemos extraer enseñanzas para la vida cotidiana de la sección semanal de la Torá.
Esta semana leemos sobre Iaacov, su encuentro con Eisav, su hermano, la problemática de Diná, la hija de Iaacov, el nacimiento de Biniamín, el último hijo de Iaacov, y, al final, la descendencia de Eisav.
En el comienzo mismo de la parashá, Iaacov manda enviados para ver en qué situación estaba Eisav antes del reencuentro. El mensaje que los enviados debían transmitirle a Eisav era (Bereshit 32:5): “[...] Con Laván (su suegro) viví, y me atrasé hasta ahora (20 años...)”. La palabra “viví” del versículo está escrita, en hebreo, garti. Esta palabra puede explicarse de dos formas (que Rashi, en su comentario trae): 1) de la palabra guer, cuyo significado es forastero y, 2) la suma de las letras de la palabra garti es 613, igual al número de Mitzvot de la Torá, con lo que Iaacov estaría diciéndole a Eisav: “He vivido en la casa de Laván, con todas las dificultades que eso supone, y, sin embargo, cumplí los 613 preceptos”.
La enseñanza de la segunda explicación es que, a pesar de haber pasado veinte años sumergido en la materialidad del mundo, pastando ovejas y ocupándose de sustentar a su gran familia (11 hijos y una hija con 4 esposas), eso no le impidió a Iaacov estar vinculado, en forma completa, a Di-s.
Y he aquí la relación con el día a día. Esta semana llegó a mis oídos que hay una persona de la comunidad en una de las prisiones cercanas a La Plata. En cuanto pude, lo fui a visitar. Sin importar toda la historia, la persona estaba totalmente sorprendida, maravillada por la visita. Y comenzó a contarme la historia de su vida, quién es, cómo llegó ahí y, lo más importante, lo que le había pasado justo el día anterior.
Siendo toda su vida un negador empedernido de Di-s, el día anterior había visto un color muy bonito con la puesta del sol en el cielo. Pensó gritarle a unas personas en otra celda: “Hey, les pinté el cielo de naranja”. En eso, se detuvo a pensar: “¿Acaso soy Di-s que puedo 'pintar el cielo'?”, pero, continuó contando, “Di-s no existe”, por lo que decidió decirle esto a sus compañeros, pero, para cuando lo iba a hacer, una enorme nube tapó el sol, con lo que se quedó sin frase, y, lo que es más importante, sin filosofía. Esta y una serie larga de señales y ocurrencias, le fueron pasando a este personaje hasta que, de repente, sin él saberlo ni imaginarlo, ¡apareció un rabino!
Nos quedamos conversando dos horas sobre Di-s y Sus accionares. Ideas, sentimientos, alma, vínculo del iehudí con Di-s y demás yerbas, esta persona se tornó en un ferviente admirador y, en la medida de sus posibilidades, sirviente, del Creador del Universo. No por mérito mio, sino porque las jugarretas de la vida lo habían llevado a ese punto. Faltaba darle el golpe final, por así decir.
Y esto es lo que Iaacov le quiso decir a Eisav, y la enseñanza para cada uno: las circunstancias del medio donde uno se encuentra, no tienen, en absoluto, influencia en nuestra relación con Di-s. De hecho, en los lugares más inhóspitos, más bajos y vulgares del mundo, uno puede buscar y encontrar a Di-s, y servirlo con el corazón completo. No hay excusas. Si dentro de la cárcel se puede, qué diremos los que estamos afuera...